Hoy Colón vive tiempos de «vino y rosas». Parece mentira si lo comparamos con el infierno que se vivió hace hoy siete años. La fecha en el calendario marca el 18 de noviembre del 2013. Aquel día Colón debía recibir a Atlético Rafaela, en el encuentro correspondiente a la 16° fecha del Torneo Inicial. Darío Herrera iba a ser el encargado de impartir justicia.
El golpe hizo un ruido que aturdió al fútbol argentino y llegó a oídos de todos. El drama se multiplicó por miles en la ciudad y caló hondo en el orgullo colonista. Injusto por donde se lo mire, pero real.
Aquella inesperada ausencia del plantel ante Rafaela torció el rumbo para siempre y dejó el barco a la deriva. El club quedó superado por la situación y la calamidad que significó no presentarse a jugar. La imprevista ausencia a la cita frente a la Crema fue una puñalada trapera y el posterior descuento de puntos por la deuda de Falcón, el tiro de gracia.
El 18 de noviembre de 2013 el reloj se consumía veloz sin soluciones ni atenuantes. Y la gente no aguantó más… explotó. Cambió el aliento por el escándalo, la paciencia por la intolerancia y el escenario nunca imaginado se hizo carne. El Sabalero, el club de la pertenencia, de las copas internacionales y del estadio grande, había sido condenado, por propios (CD y algunos jugadores) y extraños (Marchi y Cia), a transitar el camino de regreso. Después, el 2014 quedará marcado por la digna caída. Porque fue de pié como los grandes, pero inimaginable hasta hace apenas un par de años.
Los inescrupulosos dirigentes, profetas salvadores de la entidad según su discurso, acompañados esta vez por varios mercenario de pantalones cortos, hicieron realidad una de las más temidas pesadillas que pudo haber soñado el hincha de una institución. Colón comenzó a descender aquel triste 18N. El día de la humillación, el dolor y la vergüenza a la que fue sometido sin miramientos y sin el más mínimo de los reparos. Ese día fue un retroceso histórico en términos institucionales, deportivos, económicos y sociales.
Dirigentes chacales, ciegos de poder que estrecharon sus lazos con cuanto benefactor les sirviera. Barrabravas financiados y bajo tutela padrinal de ciertos personajes “todo poderoso”. Traspasos de jugadores sospechados. Un plantel de experimentados “caudillos” sin compromiso. Tribunas de las que los socios eran expulsados, ó por la burocracia que manda, ó por decisión de la propia CD, siempre adiestrando a los salvajes con un descaro y falta de escrúpulos que mereció la unánime condena de todos los que siempre han aspirado a que Colón tuviese una moral más digna.
Este fue el panorama que sacudió a la entidad del barrio Centenario. Y en ese contexto, la situación fue catastrófica. No por el descenso en sí – en fin, es solo un resultado deportivo-, sino por lo debilitada que quedaron las estructuras institucionales. La coronación de una de las mayores inmoralidades a la que fue sometido el club, por un grupo de hipócritas que intentaron falsear la realidad con conductas impunes y obscenas. Todo fue una burla y una agresión descarada. Un cóctel explosivo que tuvo como víctimas, como suele suceder, a los socios e hinchas genuinos. El fin al neoliberalismo de la pasión en rojo y negro.
Hoy sigue la reconstrucción. Aquel pueblo que se levantó contra la codicia, la avaricia y la soberbia, busca revancha con sus nuevos representantes, dentro y fuera de la cancha. Mientras tanto, esperan confiados la condena a los responsables de tanto daño. Nunca más un 18 de noviembre. “En la justicia no cabe demora: y el que dilata su cumplimiento, la vuelve contra sí” (José Martí). ¡NUNCA MÁS! ¡Prohibido olvidar!
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Por Gustavo Mazzi, especial para SOY DEPORTES
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