Era de suponer un receso distinto en el fútbol argentino. La pandemia trajo aparejado un sinfín de dificultades, entre ellas las económicas, para los clubes profesionales; y Colón no es la excepción. Claro que pareciera que en el Sabalero todo está potenciado por algunas «formas» que a algunos profesionales no les termina de gustar.
Sorteados los primeros conflictos con algunos de los actores de la institución (jugadores y empelados en general), quedaron algunos «focos de conflicto» que todavía siguen «activos».
Matías Fritzler se fue sin acuerdo alguno y decidió judicializar su demanda por lo que la deuda que Colón mantiene con el volante seguirá su curso, seguramente en la justicia.
El uruguayo Rafa García volvió de Uruguay junto a Burián y no se le permitió entrenar. Colón aduce incumplimiento en cuestiones de «papeles» para poder trabajar en nuestro país. El «charrúa» se consideró despedido, fue con escribano al predio y dejó constancia de lo ocurrido.
Otro reclamo es el de Agustín Doffo, quien llegó a Colón en enero de este año, por pedido de Diego Osella. El jugador envió una notificación a la sede de la entidad del barrio centenario, donde realiza una demanda laboral importante.
Lo de Tomas Chancalay viene complicado porque si bien tiene contrato vigente, el mismo vence en junio de 2021, pero desde el 1 de enero el juvenil podría comenzar a buscar nuevos horizontes con el pase en su poder (lo mismo que sucedió con el tucumano Galván). Nada fácil porque en el medio se metió Talleres con alguna oferta muy tentadora.
Quien también está en arduas negociaciones sin ver la luz es el delantero Lucas Viatri, cuyo caso podría terminar en un reclamo formal y un nuevo juicio para el club si no se llega a un acuerdo, y por ahora existen grandes diferencias.
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