Solía ser uno de los jugadores más desequilibrantes por el costado izquierdo, no solo en Boca sino en todo el fútbol argentino, pero su carrera y vida deportiva se vieron empañadas por una acusación de violencia de género. A un año de haber dejado de jugar en Boca, tras ser condenado por violencia de género, Sebastián Villa está muy cerca de volver al fútbol argentino: si se concreta el acuerdo de palabra que posee con el club mendocino será la figura exclusiva de La Lepra mendocina. Y el que confirmó la bomba del mercado de pases fue su presidente, Daniel Vila: «Hemos tenido varias conversaciones con el representante y el jugador, y la semana pasada llegamos a un acuerdo verbal, que la semana que viene debería materializarse en un acuerdo formal. Si es así, el jugador estaría viajando para Argentina», confirmó Daniel Vila, dueño de América TV.
Y agregó: «Nos parece que es un jugador extraordinario. En las conversaciones que he tenido con él, demostró ser una persona honesta, respetuosa, amable. Veremos cómo es en la relación personal cuando venga», contó. Villa fue condenado a 2 años y un mes de prisión condicional en junio de 2023, en el juicio por violencia de género, tras ser denunciado en abril de 2020 por su ex pareja Daniela Cortés. Sobre su condena, dijo que tiene dos años de prisión condicional, que el año que viene terminará de cumplir y que todas las personas merecen una segunda oportunidad.
El turbulento paso de Villa de Boca a Independiente Rivadavia
Después de su controvertida salida de Boca -donde tenía contrato hasta finales de 2024 pero se consideró jugador libre-, se unió al Beroe de Bulgaria: allí disputó 11 partidos en los que marcó cinco goles y dio una asistencia. Sus buenas actuaciones lo pusieron en la mira del Ludogorets, el equipo búlgaro más popular que quería tenerlo para la próxima Champions League, pero a pesar de haber pasado la revisión médica, Ludogorets detuvo la operación y obligó a Villa a reconsiderar su futuro. En este contexto surgió la oportunidad de Independiente Rivadavia de Mendoza, que busca mantenerse en Primera División tras su ascenso el año pasado.
La denuncia que lo condenó al colombiano
En octubre del año pasado, la jueza Claudia Dávalos, del Juzgado Correccional N° 2 de Lomas de Zamora, dictó una condena muy similar a la solicitada por el fiscal Sergio Anauati en su alegato (dos años y tres meses). Además de la pena de prisión –de cumplimiento condicional-, Villa debía cumplir una serie de requisitos impuestos por la jueza durante ese tiempo: abstenerse de consumir drogas o abusar del alcohol, someterse a tratamiento psicosocial, participar en talleres sobre la erradicación de la violencia de género, fijar residencia y presentarse bimestralmente ante el control del Patronato de Liberados. También se le prohibió tener contacto con Cortés o su familia.
En su denuncia, Cortés –quien declaró en el juicio de manera virtual desde Colombia– relató que tuvo una fuerte discusión con Villa y que él reaccionó golpeándola, dejándola indefensa en el suelo, y que luego continuó agrediéndola con patadas. Afirmó además que no fue un incidente aislado y que Villa había mostrado repetidas manifestaciones de violencia física y psicológica. Para la jueza, el acto de violencia denunciado por Cortés quedó demostrado, no solo por su testimonio, sino también por otras pruebas como los exámenes médicos realizados poco después del suceso y los mensajes de texto que ella envió a otro jugador, amigo de Villa, donde detalla el episodio.
La estrategia de defensa de Villa fue negarlo todo rotundamente: afirmó que su ex pareja había inventado el incidente porque él se había negado «a seguir dándole dinero». «Daniela me pedía plata constantemente. Le pagué una operación estética de 14 mil dólares», dijo el delantero en el juicio. En la sexta audiencia, incluso presentó un video que muestra una discusión de pareja, intentando demostrar que ella era la violenta en la relación. Alegó que sufrió «episodios violentos por parte de ella» y que tuvo que «usar camisetas de manga larga» para que sus compañeros «no vieran las lesiones que tenía por los golpes que recibía» en su casa. Nada de esto fue considerado como verídico en la causa. Por el contrario, las pruebas de que la violencia de género efectivamente ocurrió se acumularon durante tres años de investigación, en los cuales el expediente se nutrió de testimonios, chats, audios, fotografías y pericias de todo tipo.
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