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SOY Deportes » Futbol de Primera » Y un día la suerte estuvo del lado de Unión

Y un día la suerte estuvo del lado de Unión

29 octubre, 2024
en Futbol de Primera
Y un día la suerte estuvo del lado de Unión
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Por Darío Fiori

Hace algunos años, Marcelo Bielsa protagonizaba una arenga épica: “Es muy difícil aceptar la injusticia, muchachos. Si ustedes juegan así, van a tener el premio que merecen. Aunque les resulte imposible, no reclamen nada. Traguen veneno, acepten la injusticia, que todo se equilibra al final”, les decía a sus jugadores en un vestuario lleno de silencio. Un Bielsa auténtico y consecuente, capaz de este tipo de reflexiones: “No permitan que el fracaso les deteriore la autoestima. Cuando ganás, el mensaje de admiración es tan confuso, te estimula tanto el amor hacia uno mismo, y eso deforma tanto. Y cuando perdés, sucede todo lo contrario, hay una tendencia morbosa a desprestigiarte, a ofenderte, solo porque perdiste. En cualquier tarea se puede ganar o perder; lo importante es la nobleza de los recursos utilizados, el tránsito, la dignidad con que recorrí el camino en la búsqueda del objetivo. Lo otro es cuento para vendernos una realidad que no es tal”.

A lo largo del año, el Unión del Kily González ha perdido partidos en las últimas fechas. Sin embargo, esta vez la vida le sonrió, ya que luchó y ganó un partido duro, 3 a 2. De esta manera, se posiciona en el cuarto lugar y vuelve a la zona de copas, aprovechando el impulso. Era un partido clave, no solo porque venía de tres derrotas al hilo, sin goles a favor, con dos actuaciones muy flojas ante Sarmiento y Central Córdoba, y otra en la que jugó un poco mejor que Huracán, pero al final se tuvo que «tragar el veneno» de un penal en la última jugada del partido que vio el VAR y que corroboró Nicolás Ramírez. Era la racha más negativa desde que el Kily llegó hace más de un año. Hubo momentos peores o de mayor angustia, especialmente al cierre del año pasado, con aquella infartarte definición del descenso. Pero una racha sin sumar como esta no se había visto. Le costaba ganar en algún momento, pero acumulaba empates. Tuvo alguna que otra racha virtuosa, como cuando ganó tres partidos consecutivos en la anterior Copa de la Liga y se perfilaba con muchas chances para clasificar, algo que luego no ocurrió. Este momento no es el peor en cuanto a la situación, pero sí es la racha más negativa que debía afrontar el Kily González.

Ningún dirigente en Unión tiene dudas sobre la continuidad del entrenador. Él mismo hace referencia a esto en sus conferencias, donde aborda todo tipo de temas. El otro día dijo: «Me voy a ir de Unión cuando los dirigentes me echen», aunque también mencionó que «cuando me dé cuenta de que le estoy haciendo un daño al club, daré un paso al costado». Su postura es ambigua. Sin embargo, hoy la continuidad está en pie y su estabilidad es firme a pesar de las tres derrotas. ¿Qué puede pasar en el futuro? Es fútbol. Nadie se anima a predecirlo. Faltan nueve fechas, y creo que en la cabeza de los dirigentes está la idea de terminar este proceso con el Kily González. Completar el contrato y cerrar el ciclo al final de la temporada. Si logra clasificar a alguna copa, su campaña podría considerarse muy positiva y tendría grandes chances de continuar. Si no clasifica, dependerá de sus ganas y de lo que los dirigentes planifiquen como proyecto para 2025.

Los resultados gobiernan en el fútbol, pero si se esperaba alguna reacción positiva del equipo en el partido contra Huracán, la tuvo. El concepto de equipo competitivo quedó a salvo ante un rival que, según la tabla, es superior, pero que no lo fue en el campo de juego, más allá de algunos pasajes de buen trato de pelota. A Unión le faltó más precisión para que tantas aproximaciones al área rival no terminen en centros intrascendentes o en pelotas fácilmente resueltas por los defensores, sino que se conviertan en claras jugadas de gol. Tuvo solo tres o cuatro situaciones en todo el partido, pero fueron suficientes para ser más que las de Huracán. Los análisis son recurrentes: 1) falta de gol; 2) escasa claridad de juego cuando al equipo le cierran los mejores caminos para atacar, que son los laterales; 3) falta de jugadores creativos que puedan resolver situaciones más allá de lo colectivo. El juego de Unión recae principalmente en Rivero, con algo de apoyo de Roldán, que busca recuperar el nivel que tenía antes de las lesiones. El resto puede ayudar, pero no tiene en sus manos las soluciones que el equipo necesita. Antes se contaba con Luna Diale, que ya no está, y tampoco se trajo a alguien que pudiera reemplazarlo como alternativa para aportar creatividad e inteligencia en partidos cerrados.

«Unión lo ganó porque siempre intentó buscarlo. Si ajustábamos los toques y la paciencia, sabíamos que podíamos llegar al empate y, en este caso, lo dimos vuelta. Resalto el carácter del equipo, que jugó con presión asumiendo riesgos. Es lo que demuestran cada día con errores y aciertos. Cuando sienta que no tengo el nexo, soy el primero en irme. Veníamos de perder mal con Huracán y esta era una prueba de carácter. Hicimos cambios en el segundo tiempo para variar el sistema y los empujamos. No merecíamos perder el partido», dijo en el comienzo del partido el entrenador Cristian González tras la victoria agónica ante Gimnasia de La Plata por 3 a 2.

Quedó más que claro que a este plantel no le sobra absolutamente nada. Hoy quedó demostrado que, si sale a proponer en todas las canchas, serán más veces los partidos que ganará que los que perderá. Los cambios ingresaron bien, le dieron otra dinámica al equipo, fue más agresivo. Le faltaba regularidad en cuanto al juego, pero la actitud de los jugadores de Unión, durante los primeros 25 minutos de cada tiempo se vio. Desde el inicio. La notaste vos, yo, y todos los hinchas que se levantaba del sillón. Esa sensación de querer ir a trabar con ellos, se pegarle un grito al televisor o al verde césped. Es por acá, así se juegan esta clase de partidos… Con garra, con el corazón en la mano. Con esa vehemencia a la hora de disputar cada pelota. Quedaba de lado el juego. Mucho más en esta instancia donde exigirle al equipo que tenga un rendimiento sostenido y regular en ese rubro es secundario. No porque no puedan jugar bien, sino porque en nueve meses no se logró regularidad en cuanto al juego. Lo que no puede faltar es actitud y Unión con Gimnasia lo entendió y se llevó los tres puntos por la Liga Profesional.

«Este es un equipo que se entrega hasta el final y acordamos que vamos a morir de pie. Creemos en competir y arriesgar. Sacamos una muestra de carácter en un partido que nos dieron vuelta para volver a sumar en una fecha pareja. Hay que tratar ahora de volver a ganar en casa. Aprovecho para darle un gran abrazo a la gente de Unión, porque le debíamos esta victoria. Ojalá todos estén muy felices. Fue un desahogo de todos. Siento un compromiso importante con todos y esa unión nos hace fuertes. Pasamos por un montón de situaciones donde fui exigente con ellos en busca de la mejora. Hay que luchar y creer que se puede y, por suerte, llegamos a esta victoria», fue otras de las frases que soltó el entrenador, visiblemente emocionado a un mes del fallecimiento de su madre. Los jugadores de Unión salieron a jugar con esa bronca interna después de lo que sucedió en Santa Fe tras haberlo intentado, transformar en figura a Hernán Galíndez, y que por un infortunio se haya quedado con las manos vacías. Queriendo mandar un mensaje fuerte y cerrar bocas. Salir a demostrar que pueden jugar bien o mal, tener mejores o peores tardes, pero que no negocian las ganas. Un mensaje para todos y también para ellos mismos. También de entender que en un partido clave como el de hoy nunca puede faltar esto. Y así fue. Porque podemos pasar un rato largo hablando de virtudes y errores ante Gimnasia, pero todos vamos a coincidir en que vimos un equipo que jugó con el corazón. Incluso logrando dar vuelta un partido.

Hubo entrega. El plantel de Unión estuvo a la altura ante Gimnasia. No falló en ese aspecto. Incluso más allá del resultado, se vio mucho sacrificio. Lo reconoció el capitán Claudio Corvalán en conferencia de prensa con los medios santafesinos: «Unión lo ganó con el corazón y se lo dedicamos al técnico» Pero ojo, a no confundirse. Lo más difícil empieza ahora, sostener esta regularidad en el tiempo. El mensaje ahora los jugadores lo tendrán que sostener en todos los partidos. Esa actitud tiene que ser una constante. Hasta en los entrenamientos. Una mentalidad ganador y avasallante. Mucho más si en la parte futbolística estás bastante rengo. Si hay algo que puede sostener las ilusiones en ese 2024 son las ganas, el no dar nunca una por perdida. La actitud. De eso siempre remarca el técnico cada vez que puede en la sala de conferencias, porque sabe que no hay individualidades para ganar, aunque falte funcionamiento. Que el mensaje no se lo lleve el viento porque jugar en el Tate obliga a dejar todo en cada pelota.

Buenos pasajes de Unión, aunque no pudo sostenerlo en el tiempo

¿Cuál fue la diferencia entre Gimnasia y Unión en estos primeros 45 minutos? El gol. Era injusta la diferencia de un gol, pero Unión durmió en defensa durante 10 minutos y no pudo contener los centros de Gimnasia. No parece que tenga los jugadores con mayor cantidad de partidos en la última línea. El rendimiento defensivo ha sido pésimo en varios partidos. Uno entiende que Fernando Espinoza ha tenido arbitrajes bastante polémicos contra la entidad de López y Planes desde hace años, pero hubo jugadores que no comprendieron algunos conceptos del fútbol. El 1-1 de la primera etapa terminó siendo muy justo, porque Unión pagó cara la falta de eficacia en los últimos metros. Fue muy endeble defensivamente, a pesar de la línea de cinco, que no ha dado resultados en todo el año. Luego de los 25 minutos, hizo casi todo para quedarse con los tres puntos. Pero este Unión no está fino. No luce como un equipo con la cabeza ganadora que supo tener en años anteriores. Al equipo del Kily le cuesta todo; tal es así que esta vez ni siquiera pudo aprovechar la ventaja al comienzo del partido. El 5-3-2 no va más, no porque haya quedado en desuso en el fútbol, sino porque al Tate no le funciona. Sin embargo, el cuerpo técnico lo elige una y otra vez y, por más que cambie de nombre y de centrodelantero, como ocurrió ante el Lobo, no le beneficia en nada.

No habían pasado ni cinco minutos del partido y Unión ya estaba arriba en el marcador. Es cierto que Gimnasia había comenzado mejor, porque lograba una buena circulación de pelota y buscaba filtrar pases a espaldas de los marcadores centrales. Adrián Balboa (6) volvió al gol después de mucho tiempo. Fue a los 3 minutos del primer tiempo cuando el uruguayo se elevó para conectar un testazo al palo derecho de Ledesma. Al igual que su compañero de ataque, hizo un trabajo físico notable, aguantando algunas pelotas y descargando para la llegada de los volantes. Nuevamente, la polémica se instaló en La Plata. De una pelota boyando, fue a disputar el balón con Guillermo Morales y, cuando intentó puntear la pelota con la cabeza, el marcador central impactó de lleno en una parte de su cuerpo. Sin embargo, el árbitro, después de ser avisado por el intercomunicador, comunicó que no hubo falta y dio tiro de esquina para Gimnasia. Fue lo último que hizo, porque automáticamente el entrenador le dio lugar a Gonzalo Morales.

Gimnasia respondió al toque. Con la misma fórmula, el Lobo intentó devolver el golpe. El centro de Pablo de Blasis y el cabezazo de Pata Castro que impactó en el travesaño. El partido era interesante, de ida y vuelta. Cuando Gimnasia recuperaba la pelota, los internos solían pisar generalmente el área, y Unión dejaba algunos huecos de mitad de cancha hacia atrás. El encuentro resultaba atractivo. Si bien el Lobo arrancó dormido, daba la sensación de utilizar mucho mejor el balón en comparación con el elenco del Kily González.

El sector izquierdo fue clave para que Unión mostrara una mejoría en los primeros 25 minutos de juego. Gimnasia le ponía un delantero bien abierto a Bruno Pittón (Zalazar), pero Bruno se iba al ataque con soltura y decisión, ganándole las espaldas a Pintado y generándole problemas a una defensa local que no daba ninguna sensación de seguridad. Cada pelotazo hacia Nicolás Orsini (tuvo dos manos a mano claros) o Adrián Balboa se convertía en una posibilidad real de llegar al gol. Y lejos de refugiarse en el fondo o de retroceder, Unión seguía jugando en campo ajeno como si el partido estuviese empatado. Y lo ganaba desde el mismo arranque. El hermano mayor de los Pittón, Bruno (6), fue de mayor a menor. Fue uno de los puntos altos del elenco del Kily González en la agónica victoria que cortó la racha de tres derrotas consecutivas. Fue un pistón por la banda izquierda, haciendo lo que quiso. Se proyectó una y otra vez y fabricó la jugada del primer gol con una buena maniobra individual, recortando hacia adentro. De esa falta vino el cabezazo de Adrián Balboa para el 1-0. Se desprendió con mucha facilidad. Pintado, que tenía la obligación de defender y al mismo tiempo la libertad para proyectarse en ataque, no logró encontrar la forma de detener los desbordes por ese sector.

Unión era bastante previsible en sus avances. Siempre eran con envíos largos hacia los costados, porque por ese lado se filtraba Nicolás Orsini (6,5). Fue muy importante el trabajo que hizo sin la pelota. Siempre se movió de espaldas al arco y se desplazó del medio hacia el sector izquierdo. Tuvo un mano a mano tras un buen pase filtrado de Simón Rivero, pero no pudo eludir a Ledesma. En el segundo tiempo, realizó un llamado de atención con un cabezazo cerca del arco, tras un buen centro de Francisco Gerometta, y la pelota, increíblemente, no entró. En cada salida desde el fondo, el ex Boca hizo señas para que la pelota fuera a Adrián Balboa, buscando ir a la segunda jugada. Fue una apuesta clara: la exigencia física recaía en el ex Belgrano. Esto se cumplió al pie de la letra, pero, más allá de tener dos nueves en cancha, el equipo los asistió poco. Para jugar de esa forma, el abastecimiento hacia ellos es fundamental.

Las dos únicas veces que Unión se impuso en el juego aéreo fueron en el primer palo. Una fue el gol y la otra, un rechazo de Ledesma que impactó en Franco Pardo, y que Fernando Espinoza dijo que no era nada. Por la izquierda, Bruno Pittón seguía siendo el jugador más determinante defensivamente, con su desequilibrio y cambios de velocidad. Cada vez que tiraba la pelota larga hacia adelante, le generaba dolores de cabeza a Juan Pintado, que, a pesar de tener la obligación de defender y la libertad para proyectarse en ataque, no lograba encontrar la forma de detener los desbordes por ese sector. Así como Unión tenía algunos inconvenientes en el bloque defensivo, cuando se lo proponía y avanzaba con la pelota dominada, podía atacar con bastante facilidad. Tenía que tener precisión en los metros finales.

Llegando a los 20 minutos, el partido parecía un «soltero contra casados», no daba respiro y había algo de desorden; ambos buscaban agredirse mutuamente. Podrá tener partidos buenos o malos, todos los futbolistas pasan por etapas de irregularidad, pero Simón Rivero (7) es el jugador más claro que ha tenido y tiene Unión de mitad de cancha hacia adelante. El fútbol pasa por sus pies. Participó en la primera jugada del partido, que finalizó con el cabezazo de Adrián Balboa, que se estrelló en el palo derecho de Ledesma. Fue el exvolante ofensivo de Boca quien le puso un centro casi perfecto al uruguayo tras una buena maniobra individual de Bruno Pittón. A los 20 minutos del primer tiempo, por primera vez se detectó que Unión no atacaba por los costados, sino por el medio; le puso una pelota filtrada al espacio, dejando mano a mano a Nicolás Orsini, quien intentó eludir a Ledesma, pero su disparo fue interceptado por el arquero del Lobo, mandando el balón a tiro de esquina. El Tate estaba bien parado. Unión se sentía cómodo en ese pasaje del partido; insistimos en que, cada vez que se lo propone, genera inconvenientes al rival. Tuvo un disparo de zurda que pasó cerca del caño derecho de Ledesma. Sorpresivamente, el Kily lo sacó.

La gente del Lobo ya empezaba a reclamar a los jugadores: «¡Movete, Lobo, movete! Hoy no podemos perder», junto con algunos cánticos de la hinchada local, que durante la semana hizo un sacrificio para viajar hasta Rosario por los cuartos de final de la Copa Argentina ante el Boca de Fernando Gago. Gimnasia, a bordo del 4-3-3, buscó tener profundidad por el costado izquierdo ante las subidas de Rodrigo Gallo. Junto con De Blasis le prohibieron subir al ataque a Lautaro Vargas (3). A diferencia de otros partidos, el ex lateral derecho de Defensa y Justicia, no tuvo la libertad para pasar al ataque, ya que todos los avances de Unión fueron por el costado izquierdo, con las subidas de Bruno Pittón. Durante los 20-25 minutos, Gimnasia detectó ciertas fragilidades defensivas y Vargas fue muy disperso en la marca. En un par de ocasiones le volvió a pasar lo mismo: creyó que la pelota se había ido y no retrocedió. Gimnasia hace rato que merece el empate, pero ninguno define bien. Zalazar, desde afuera, la manda por encima; De Blasis patea al medio; Castillo también la eleva; y Castro le erra al arco directamente. Promediando el segundo tiempo, el Kily realizó los cambios.

Desde que comenzó el ciclo de Méndez, el equipo ha mostrado un nivel de juego que dista mucho de las expectativas. La falta de cohesión en el campo, los errores defensivos y la incapacidad para concretar oportunidades de gol han sido algunas de las constantes en este arranque. Gimnasia parecía estar cayendo en una dinámica repetitiva en su juego, especialmente con la insistencia en ejecutar centros. Aunque la estadística de 24 centros por partido lo convierte en uno de los equipos que más intenta esta táctica en la liga profesional, esto revela más una falta de ideas en la ofensiva que una verdadera estrategia efectiva. La tendencia de depender tanto de los centros puede reflejar una carencia en la construcción de juego desde el mediocampo, donde las alternativas creativas parecen escasear. Aunque los jugadores luchan por ganar los duelos aéreos, la repetición de este enfoque sugiere que no están encontrando soluciones más elaboradas para penetrar las defensas rivales. A medida que se acercaba la media hora de juego, Gimnasia intentaba ajustar su estrategia para avanzar en el terreno. En este momento, se observaba cómo los laterales, en particular Juan Pintado por la banda derecha, buscaban crear superioridad numérica y triangular con los volantes. La intención de adelantar a los laterales es positiva, ya que permite una mayor profundidad en el ataque y genera opciones para desbordar. Sin embargo, es vital que las triangulaciones sean precisas y que los jugadores se muevan en sincronía para evitar pérdidas de balón y mantener la presión sobre el adversario.

Así como Simón Rivero era el jugador más claro que tenía Unión, Gimnasia tenía el suyo, que era De Blasis. En varias situaciones, colocó pases entre líneas. Castillo ingresó en el área y fue derribado por Franco Pardo; sin embargo, Fernando Espinoza decidió que no pasó nada y apeló al famoso «siga siga» de Pancho Lamolina. No era mala la actuación del elenco platense, porque, si bien le faltaba precisión o profundidad en los metros finales, cuando juntaba pases en el último tercio de la cancha, dio la sensación de que podía llegar a la igualdad. A diferencia del comienzo del partido, mejoró notablemente. Unión seguía teniendo algunas falencias defensivas, siendo el caso particular el de Miguel Torrén (2). Venía de sumar minutos en la derrota ante Huracán y hoy no tuvo un buen desempeño. Amplió el volumen con su brazo derecho, y Fernando Espinoza, a través de la tecnología, convalidó el penal. En el segundo gol de Rodrigo Castillo, fue a disputar la misma pelota que Franco Pardo, y el centrodelantero de Gimnasia de La Plata sorprendió a Thiago Cardozo, que no tuvo respuestas. Pardo fue responsable de los dos goles del Lobo.

Unión acumulaba bastante gente detrás de la línea de la pelota con la famosa línea de cinco, pero no tenía solidez defensiva. El único que salvaba la ropa era Franco Pardo (7). Desde la época de Yeimar Gómez Andrade, no había observado un jugador tan determinante y regular como lo es Franco Pardo. Durante el partido ante Huracán, mencionamos que es uno de los mejores jugadores de Unión, destacándose por su regularidad y siendo figura del equipo en casi todos los partidos, además de ser una gratísima revelación en este 2024. Un estudio realizado por la Liga Profesional lo considera uno de los mejores «pasadores de pelota» del fútbol argentino. El primero en este ranking es Paulo Díaz, el defensor chileno de River, mientras que el ex All Boys se destaca con 775 pases y una efectividad del 79,6 %. Aunque se esperaría que estos números provengan de un volante creativo, Pardo juega como líbero, lo que magnifica su figura. El segundo en la lista es Santiago Sosa, de Racing, y el tercero es Kevin Álvarez, de Central Córdoba de Santiago del Estero. Siempre está bien ubicado y tuvo algunos cierres prometedores a espaldas de Lautaro Vargas en el primer tiempo. Quizás no estuvo del todo cómodo con Miguel Torrén como acompañante, pero cuando el Kily González decidió cambiar el sistema táctico a un 4-3-3, todo mejoró. Los últimos 8 minutos fueron impecables. Seguramente esta noche se irá a dormir con chichones en la cabeza, porque fue una máquina de rechazar y de hacer bien los relevos. Le tocó marcar a un jugador muy complicado como Castillo y compartió responsabilidades con el ex capitán de Argentinos Juniors en el 2-1.

Poco, o casi nada, de Mauro Pittón (3). Pasó totalmente inadvertido por el costado izquierdo y nunca estuvo cómodo en el partido. Se equivocó mucho con la pelota en los pies, estuvo impreciso y no pudo pesar en ataque. Joaquín Mosqueira (7) terminó siendo de menor a mayor y se convirtió en el héroe de la noche platense. Al igual que su remate de media distancia en el Cilindro de Avellaneda, el zapatazo desde afuera del área ante Barracas Central, o el derechazo bajo la lluvia torrencial en la última fecha de la Copa de la Liga ante Tigre, cada vez que pisa el área es para darle los tres puntos al Tate. Tuvo un primer tiempo muy complicado, ya que Gimnasia fue rápido en las transiciones. El equipo de Marcelo Méndez se movió con una rapidez notable, buscando aprovechar los huecos que dejaba el bloque defensivo del Tate. Le costó encontrar la posición a Pablo De Blasis, quien, a pesar de la derrota, fue el que le dio mayor fluidez y volumen de juego a la mitad de la cancha del Lobo.

A los 37′, Pablo De Blasis combinó por el costado derecho con David Zalazar, le ganó la cuerda por primera vez a Bruno Pittón y el remate de Lucas Castro pasó cerca del palo izquierdo de Thiago Cardozo (2). Párrafo aparte para el golero tatengue. El zapatazo de Joaquín Mosqueira desde afuera del área terminó de maquillar un montón de cosas. Una de ellas fue la actuación del exarquero de Peñarol de Montevideo. Es un arquero que está atado bajo los tres palos y no sale a cortar los centros. Cada vez que recibió la pelota para jugar con los pies, fue muy impreciso. En un momento del partido, especialmente promediando el segundo tiempo, quiso rechazar la pelota y no advirtió la presencia de Castillo, lo que casi termina en un 3-1. A los pocos minutos, con toda la cancha a su favor, intentó cambiar de frente y la mandó al lateral. Automáticamente, la televisión enfocó a Kily González, que no podía entender la situación. No tuvo reacción en el cabezazo de Rodrigo Castillo en el 2-1.

Sinceramente, el resultado comenzaba a ser mentiroso, porque Gimnasia intentó llevárselo por delante, con centros y aproximaciones. Más allá de que el Lobo intentó olvidarse de ese gol tempranero, de entrada, se le hizo cuesta arriba. El equipo de Marcelo Méndez pecó de atacar por el carril derecho con el tándem Pintado-Zalazar, cuando por el sector contrario Gallo le había complicado la noche a Vargas las pocas veces que lo buscaron. Y justamente por ese lado, Gimnasia encontró un empate que, hasta ese momento, no merecía, y con un poco de fortuna: a los 41′, otra oportunidad que dilapidaba el Tripero. Centro de Norberto Briasco, rebote y Pablo De Blasis que no pudo conectar bien, y el balón terminó en manos del arquero. Sin embargo, el VAR llamó a Fernando Espinoza por una infracción y no dudó en cobrar tiro desde los doce pasos para el Lobo. Ejecutó el mejor jugador que tiene el plantel, que es De Blasis, y cambió penal por gol tras la revisión del VAR. El elenco tripero lo empató merecidamente en el cierre.

Estaba más cantado que Despacito que el empate iba a llegar. Porque la mejor forma de defenderte es con la pelota, y este equipo, ya sea de local o de visitante, nunca asume el protagonismo con el balón. Correr detrás de la pelota implica un desgaste físico y psicológico muy grande. Dificulta cualquier intento de mantener un resultado a favor -el claro ejemplo es Riestra en la cancha de Boca-. Desde hace varios partidos que los jugadores de Unión cometen errores infantiles que podrían evitarse con un poco más de concentración. No presionan a los rivales, lo que les permite jugar cómodamente, y además se arriesgan a tirar centros fáciles que no llevan peligro. Con un juego tan pasivo, es prácticamente imposible aguantar un resultado. La jugada del penal es un claro ejemplo de esta falta de atención; no solo son malos en la ejecución, sino que también muestran una falta de inteligencia en situaciones clave. Este equipo es muy mediocre y necesita una profunda reflexión sobre su rendimiento en el campo. Sin cambios significativos, seguirán enfrentándose a resultados decepcionantes.

Alguna vez, Javier Castrilli planteó propuestas drásticas para limpiar el arbitraje en Argentina, como la necesidad de tomar decisiones contundentes y prescindir de aquellos árbitros que no cumplen con los estándares requeridos. Incluso mencionó «la posibilidad de despedir a cuatro o cinco árbitros de forma inmediata», destacando que «algunos de ellos son internacionales, pero no tienen la capacidad necesaria para desempeñar su labor correctamente». Hizo hincapié en que «si pones a un árbitro que no sabe dirigir, sabes que vas a perjudicar a una institución, porque se va a mandar una macana». Además, cuestionó la forma en que la Asociación Argentina de Árbitros defendió a Diego Abal en esta situación, señalando que «fue el mismo secretario general quien lo expulsó y que se utiliza a personas como Beligoy para desestabilizar a otros sindicatos». ¿A qué vamos con esto? Otra vez Fernando Espinoza está en el ojo de la tormenta con Unión. Esta historia comenzó en junio del año pasado, cuando Unión se estaba jugando la vida -deportivamente hablando- en un encuentro ante Lanús. El Tate presionaba en busca de la apertura en el marcador y tuvo una clara oportunidad a través de Imanol Machuca, quien, aprovechando su velocidad, definió ante la salida del arquero y puso el 1-0, aunque el árbitro Fernando Espinoza lo anuló por un offside «tecnológico». A instancias del VAR, el juez principal decidió no convalidar el tanto del delantero tatengue por milímetros, después de conversar con sus colaboradores durante varios minutos, lo que generó el malestar de los hinchas en el 15 de Abril. Ante Belgrano, en el minuto 46 del complemento (el árbitro Herrera había añadido seis más), un centro de Velázquez se desvió y le llegó a Quignón, quien la metió de cabeza para el gol de Suárez. Aunque parecía offside, Herrera esperó a que el VAR, a cargo de Germán Delfino, revisara la jugada. Finalmente, confirmaron el gol de Suárez y fue empate 1-1 en Barrio Alberdi, mientras los piratas festejaban y Unión se quedó con la bronca. Y ahí está Unión, con todas sus limitaciones, sin refuerzos, en la pelea por el campeonato. Parece una maldición interminable. ¿Cuánto más van a soportar esta injusticia? Los árbitros, que deberían ser imparciales, están en su peor momento. La falta de transparencia y los errores graves generan una desconfianza inmensa. ¿Cómo se puede jugar limpio si quienes deberían impartir justicia son los primeros en hacer trampa? El fútbol argentino necesita árbitros más transparentes, tecnología para minimizar errores y castigos ejemplares para quienes se pasan de vivos. El fútbol debe ser disfrutado por su pasión y talento, no por arreglos turbios. Unión, como todos los equipos, merece jugar en igualdad de condiciones. Que el resultado dependa del juego y no de los árbitros. Es hora de que el fútbol vuelva a ser lo que siempre fue: un deporte que nos emociona y une, sin trampas ni favoritismos. Y gran parte de este desastre tiene nombre y apellido: Pablo Ariel Toviggino. Prefiere moverse en las sombras, lejos de las luces, y se ha convertido en uno de los hombres más poderosos del fútbol argentino. Además, según Clarín, es asesor de la Cámara de Diputados, con un sueldo mensual de 1,7 millones de pesos.

Tan poderoso es que, como si fuera Thanos, podría cambiar el destino de la AFA con un chasquido de sus dedos. Incluso Chiqui Tapia, su principal aliado, teme por toda la información que maneja Toviggino, el presidente de la Liga Santiagueña de Fútbol y tesorero de la AFA. «Hay que estar siempre bien con Pablo», repite un dirigente de Primera que conoce bien las entrañas del fútbol argentino. Se trata de ser parte o no del «sistema», como denunció Tevez en una conferencia de prensa, donde aseguró que se sintió «robado» por el arbitraje. A Toviggino, aunque es tesorero de la AFA, se le atribuye el manejo de los árbitros, a pesar de que Federico Beligoy es la cabeza visible del arbitraje.

Lo que pasó aquella noche en Lanús es solo la punta del iceberg de un problema que se replica en todas las categorías del fútbol argentino. Los fallos escandalosos son comunes desde la Primera Nacional hasta las ligas regionales. Los árbitros están en la mira, y los que son cuestionados son los que más rápido llegan a Primera División. Tal vez porque todos forman parte del mismo sistema de irregularidades. ¿Cómo hizo Pablo Toviggino para tener tanto poder? Es la pregunta del millón, especialmente considerando que no tenía vínculo con el fútbol y su pasión son los caballos. Su habilidad como político para tejer alianzas y crecer desde Comercio Central Unidos, un pequeño club de Santiago del Estero, lo llevó a ganarse la confianza de Gerardo Zamora, el gobernador provincial, y a convertirse en una figura clave del fútbol santiagueño. Desde allí, Pablo Toviggino ascendió al Consejo Federal, que maneja más de 200 ligas y 3.500 clubes

Un segundo tiempo no apto para cardíacos

El segundo tiempo de Unión fue realmente preocupante, ya que sufría una desconexión total entre su ataque y su defensa. En Gimnasia saben que la defensa del Tate estaba desconcentrada y por eso aprovechan cualquier oportunidad para sorprender con un centro o algún remate a distancia. Unión necesitaba que ingresara alguien de refresco en la mitad de la cancha, como por ejemplo un Patricio Tanda, que no se entiende por qué no está en la consideración de Cristian González. Es un jugador que podría aportar buen manejo de pelota en el medio y evitar que el equipo esté tan metido atrás. Gimnasia seguía avanzando mucho por los costados e insistía con centros (ejecutó 29 en el partido), hasta que llegó al 2-1. “¿Para qué voy a cambiar si esto me da resultados?”, habrá pensado esto en el entretiempo. Centro de Zalazar recostado bien abierto por derecha. A los 8′ del complemento, Castillo metió un cabezazo colocado y puso en ventaja a Gimnasia.

A los pocos minutos, nuevamente la polémica se instaló en La Plata. De una pelota boyando, Adrián Balboa fue a disputar el balón con Guillermo Morales, y cuando fue a puntear la pelota con la cabeza, el marcador central impactó de lleno en una parte de su cuerpo; sin embargo, el árbitro, después de que le avisaran por el intercomunicador, decidió que no hubo nada y cobró tiro de esquina para Gimnasia. Sin tantas ideas, sin fútbol, Unión empezó a crecer un poco. Gimnasia se serenó bastante después del segundo gol y, al mismo tiempo, profundizó los problemas de Unión para volver a manejar la pelota como en la primera etapa. El Lobo se sacó de encima la pelota, logró su cometido que fue convertir el 2-1 y le cedió territorio a un Unión que, a esa altura, era un manojo de nervios. A los 17 minutos de la parte complementaria, el Kily decidió romper el sistema táctico y pasó a jugar con un 4-3-3. Marcelo Méndez, por su parte, decidió dos cambios: afuera Briasco y Gallo para que ingresen Esquivel y Valentín Rodríguez. Augusto Max por David Zalazar fue el tercer cambio dispuesto por el entrenador tripero.

Así como le ha pasado durante mucho tiempo al Kily González, que no encontraba respuestas desde el banco de suplentes, esta vez la historia le hizo un guiño. Buen ingreso de Francisco Gerometta (6), quien reemplazó a Lautaro Vargas por el costado derecho. En una de sus primeras incursiones ofensivas, le puso un centro preciso a Nicolás Orsini, quien malogró una oportunidad clarísima. En defensa, no pasó sobresaltos, ya que clausuró muy bien su sector. Al ratito, el Kily mandó a Gonzalo Morales, quien tiene el optimismo de siempre para ir a buscar la pelota y empujarla en la línea. En el tercer gol, hizo la pausa necesaria para controlar el balón y ceder a Mosqueira, quien terminó rematando para darle el triunfo al Tate. A los 26′ llegó el empate en una jugada que no se entendió. Lucas Gamba (6), quien se posicionó como extremo izquierdo, alternó buenas con malas. Pero terminó participando en el 2-2, ya que tocó para Claudio Corvalán. El capitán remató al arco y el Toro Morales fue al piso con dos defensores y terminó empujándola para el merecido 2-2.

Al igual que en toda la tarde-noche en el Bosque, Unión seguía padeciendo el juego aéreo. Nuevamente avisó Castillo y la pelota se fue por encima del travesaño. El Pata Castro era el claro ejemplo de tener un buen 5 posicional, de jerarquía y de experiencia; sabe manejar los tiempos, es criterioso y pasó bien el balón. Tuvo un mapa en la cabeza de cómo estar bien posicionado. Gimnasia pudo ponerse en ventaja nuevamente en una jugada similar a la del segundo gol; Castillo cabeceó y la pelota se fue cerca del palo derecho. El partido era electrizante al final. El Kily se dio cuenta de que los cambios le cambiaron la cara al equipo. Enzo Roldán (4) tuvo dificultades para adaptarse al ritmo del partido desde el inicio, lo que se tradujo en una mayor disposición por parte de él para retroceder y colaborar en la contención del juego, especialmente considerando que su equipo, el Tate, se encontraba alineado con tres delanteros en el campo, lo que generaba una mayor demanda en la defensa. A pesar de su esfuerzo defensivo, su participación en las jugadas ofensivas fue bastante limitada a lo largo del encuentro, lo que reflejó un papel más centrado en la recuperación del balón que en la creación de oportunidades de ataque. Su mejor participación fue un disparo que se fue por la banda opuesta; no obstante, Bruno Pittón se soltó y, a la carrera, remató y controló Ledesma. De esa jugada larga, Castillo aguantó la pelota ante un Claudio Corvalán (5), que fue clave en el segundo gol al ir a buscar el balón en ataque y rematar al arco. En defensa, perdió algunos duelos, aunque tuvo amor propio para seguir empujando. En relación a la jugada, soltó al delantero del Lobo y, cuando pisó el área, un jugador del dueño de casa no llegó a puntearla.

Jerónimo Dómina (7) le dio vitalidad al ataque. Metió un freno dentro del área, hizo pasar de largo a un defensor y terminó rematando por encima del travesaño. Esta vez la moneda cayó para el lado de Unión, quien en el sexto minuto de descuento marcó el tercer gol que le dio la victoria 3-2 y cortó una racha de tres caídas al hilo. Cuando Fernando Espinoza estaba por pitar el final, Unión cuidó la pelota en ataque con el Toro Morales, quien hizo un rodeo y asistió a Mosqueira. El volante central no dudó, sacó un remate que se desvió en el chico de IPEI, descolocó a Ledesma y decretó el 3-2. Un triunfo agónico para el Tate y tan necesario para volver a sumar tres puntos y meterse nuevamente en zona de clasificación a la Copa Sudamericana.

Unión terminaba el partido en su propia área, defendiendo cada centro que caía en el corazón del área, con Franco Pardo, quien había ganado cuatro de los últimos duelos aéreo. Gimnasia tenía la pelota, trataba de abrir la cancha y encontrar los espacios. Lo cierto es que, cuando la noche se preparaba para romper otra estadística más (la visita no había perdido las veces que arrancó arriba), llegó el 2-2 y, en la última del partido, cuando Espinoza ya se había puesto el silbato en la boca para darle fin a un partidazo, el agónico grito de Mosqueira le dio el 3-2 a Unión para volver a meterlo en las copas. Y para la emotiva dedicatoria del Kily.

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