Por Darío Fiori
Cada vez que Unión tiene que dar el famoso salto de calidad, siempre le faltan 5 para el peso. Hoy lo de Unión fue un papelón histórico. Por eso hay que tener los pies sobre la tierra. Nadie es tan bueno ni tan malo. Los balances se hacen a fin de año, pero lo de hoy fue una vergüenza. La humildad fue lo que los llevó a pelear el campeonato, y hoy recibieron un baño de humildad. Este resultado, si no fuera porque la pelota está entrando, sería resultado de «saca DT». El fútbol y la política siempre han estado relacionados, como hermanos, sin mencionar el revuelo que causaron las declaraciones de Javier Milei sobre la privatización del fútbol en los clubes de Primera División. Este momento deportivo de Unión recuerda mucho a la segunda gestión de Carlos Reutemann. A pesar de las advertencias de los equipos técnicos y los dirigentes políticos, el río Salado terminó desbordándose, provocando una devastadora inundación en Santa Fe. Las intensas lluvias y la obra inconclusa de defensa del Hipódromo contribuyeron al peor desastre hídrico en la historia de la ciudad. En medio de la crisis, Reutemann ofreció una conferencia de prensa y deslindó responsabilidades con la famosa frase: «Nadie me avisó». La falta de coordinación, información y una actuación adecuada tuvo consecuencias trágicas, con evacuados, muertos y un legado político marcado por la negligencia.
Vamos a trasladar esta analogía al ámbito deportivo y a la gestión de Luis Spahn en Unión. La crisis que atraviesa el club a nivel institucional, aunque no tanto en lo deportivo, se parece a una inundación en la que parece que nadie le avisó a Spahn que si no incorporaba calidad, jamás podría salir campeón, una materia en la que aún no ha aprobado. «Ya lo dije varias veces, ¿Dónde está escrito que Unión no puede pelear un campeonato? Pero hay que prepararse y confiar en que se puede. Mi equipo se entrega, y desde ahí cambiamos el chip para pelear por la gloria, que es lo más hermoso del fútbol», comentó el Kily González en la conferencia de prensa después del 3-0 contra Argentinos Juniors. Y agregó: «El apoyo de la gente lo tenemos. La comunicación es muy fuerte, fluida y sana, lo que me da la fortaleza para luchar contra todo y contra todos. Esto es hasta el final. Tenemos que defender este escudo y me siento feliz, porque más allá del resultado, todos se ilusionan. El cariño de la gente nos da aún más fuerza y nos sigue generando ilusiones. Vamos a pelear. Todo pasa por amor propio y fuego sagrado».
En la actualidad, Unión sufre la misma crisis que afecta al país en general: División política e intereses personales impiden el desarrollo de cualquier proyecto a largo plazo que haga viable el destino del club, tanto en lo económico como en lo puramente deportivo. Es preciso entender dónde radica el problema, porque sin un diagnóstico correcto no será posible alcanzar las soluciones necesarias. Siguiendo con la analogía, la falta de coordinación y visión a largo plazo en Unión bajo el liderazgo de Spahn reflejó un patrón similar al de la segunda administración de Reutemann. Al igual que el desborde del río Salado en Santa Fe, la falta de incorporaciones de calidad en el club acarrea consecuencias negativas, como el riesgo de descenso. En el caso de Reutemann, el fallo condenatorio del Poder Judicial apuntó a la responsabilidad de los exfuncionarios por conducta negligente, evidenciando que la negligencia tuvo consecuencias legales. En el ámbito futbolístico, la responsabilidad recae sobre la dirección deportiva y la falta de visión estratégica, lo que puede llevar a la pérdida de categoría del club.
Hace miles de años, Napoleón Bonaparte dijo: “quien no conoce su historia está condenado a repetirla”. Debemos aprender de la historia y de los errores del pasado. Al igual que la gestión de las crisis del agua requiere planificación y respuestas adecuadas, la gestión de los clubes deportivos necesita una visión estratégica, una toma de decisiones informada y la consideración de los intereses a largo plazo por encima de las disputas políticas y personales. Tanto en la política como en el deporte, la falta de previsión, coordinación y decisiones adecuadas puede tener consecuencias desastrosas. Ambos escenarios destacan la importancia de la responsabilidad, la transparencia y la planificación para evitar crisis y asegurar un desarrollo sostenible a largo plazo. ¿Cuál es la salida?, se pregunta el hincha de Unión. En primer lugar, es crucial dejar de lado las diferencias políticas y acordar puntos de unión (que hagan honor a su nombre), para empezar a caminar juntos. En segundo lugar, se debe asumir que el club tal vez pase unos años más sin participar en competiciones internacionales, y usar ese tiempo para desarrollar un proyecto a largo plazo que permita ser competitivo una vez que la institución comience a organizarse correctamente.
La gente ya no aguanta más la mala gestión y las peleas internas en el club, que hacen imposible saber dónde termina el tobogán. En este momento de Unión, Spahn y la CD tienen toda la culpa. Cada seis meses desmantelaban lo que funcionaba con las ventas, y en algún momento eso iba a afectar a la cancha. Hoy vemos un equipo que hace lo que puede, con sus limitaciones y sus virtudes. La verdad no es triste, pero no tiene remedio. Las malas decisiones futbolísticas fueron el origen de una situación que llevó a este desastre. Es penoso ver a un gran club del interior del país como Unión en una situación tan crítica y autodestructiva. Este 1-5 en Victoria es el resultado de una falta de previsión en lo deportivo, falta de planificación, decisiones equivocadas, un plantel que pierde jerarquía cada campeonato y un presidente sin autocrítica. Es el resultado inevitable de una ecuación que solo los responsables se empeñaron en no resolver. Analizar los vaivenes de Unión requiere evaluar el fútbol argentino en general. Hay quienes sueñan con un fútbol organizado, con bases sólidas y competiciones mejor diseñadas. Con un debate que incluya a personajes que el poder del fútbol argentino segregó y a otros que despuntan con ideas y energía, sin que nadie se fije en sus propuestas. Difícilmente, casi como una fantasía, se puede suponer que es posible implementar una política de estado en el fútbol. Es más realista entregar el sueño a la capacidad de los entrenadores y al talento espontáneo de los futbolistas. Durante mucho tiempo, la AFA no ha reflexionado sobre la visión que deberíamos tener para el fútbol en los próximos 20 o 30 años. En lugar de eso, se ha enfocado en cuestiones políticas y beneficios económicos, desviándose de los intereses deportivos. Cuando estos últimos quedan eclipsados por motivaciones comerciales y de poder, a la larga, tanto los negocios como el poder mismo corren el riesgo de desmoronarse.
Es inadmisible ver la precaria organización de los torneos, donde falta sentido común y reina la improvisación. Con 28 equipos en la Liga Profesional y 37 en la Primera Nacional (la antigua B Nacional), la situación se volvió insostenible cuando los descensos fueron anulados para beneficiar a algunos y luego reducidos. La realidad económica también está golpeando duro. Hoy en día, nadie elige jugar en el fútbol argentino. Nos llenamos la boca diciendo que somos la liga de los campeones del mundo, pero la mediocridad se ha instaurado como la inflación, y la calidad se ha diluido como las reservas del Banco Nacional. En este contexto, Unión no está a salvo de la realidad que enfrentamos todos. Cuando los referentes escasean, los refuerzos no llegan y los juveniles no cuentan con el respaldo de un equipo sólido, los entrenadores deben armar un esquema que logre unir las piezas de la mejor manera posible, maximizando lo que tienen y ocultando las carencias. Es más pragmático que dogmático. El prestigio y el desafío de dirigir en Argentina dejaron de ser una tentación irresistible debido a una coyuntura caótica.
Cada día, los hinchas se preguntan cómo se puede salir de esta realidad tan abrumadora y cruel, aunque justa. Los dirigentes parecen añorar la primera etapa de la cuarentena, no para proteger nuestra salud, sino para que el fútbol se detenga y así tapar lo que nunca se pudo ocultar: una gestión plagada de irregularidades y falencias que deberían ser investigadas a fondo por la justicia. Algún día, alguien tendrá que rendir cuentas en serio. Los líderes deben entender que es hora de dar un paso al frente. Hay que tomar las riendas y asumir la responsabilidad de dirigir un club de la magnitud de Unión. Los equipos están formados por uno o más líderes que guían a sus tropas hacia la victoria, ya sea en política o en fútbol. El equipo debe tener un horizonte claro. No parece que Unión esté decidido a ganar. Además, no hay una categoría que permita ilusionarse. Estamos llegando al final del segundo semestre del año en el fútbol argentino, y Unión está sufriendo lo que muchos ya sospechaban, y por eso tanto insistíamos en la falta de refuerzos importantes o de jerarquía para la parte final del año. Quien quiera resolver esto debe dar un paso adelante. No se trata de un fantasma que nunca fue a la cancha, ni de un oportunista que quiere transformar este Club Social en una empresa. Quien quiera ayudar al Tate de Avellaneda a salir adelante debe levantarse de la multitud y mantener la mirada firme. La opinión reflejada aquí es que cada socio parece conformarse con el intento, sin grandes demandas ni exigencias, simplemente ajustándose a lo que están acostumbrados a recibir. Sin embargo, la necesidad de que quienes tienen las condiciones den un paso adelante es urgente y persistirá hasta que se cubran esas vacantes. Aptitud, trabajo remunerado y dedicación total al Club Atlético Unión de Santa Fe son esenciales. Los representantes de la institución no deben estar colgados de sus laureles, buscando chicos con talento que deseen ser representados por uno de los clubes más importantes del interior. Lo que se defiende es la camiseta, que pronto volverá a lucir sus colores rojo y blanco. El hecho de que el equipo haya tenido el menor número de victorias en el año es un claro reflejo de este compromiso.
Es el momento de dar un paso adelante. Hay que dejar de lado las excusas sobre los vaivenes de la vida y permitir que quienes realmente entienden de administración se encarguen de la gestión. Los líderes deben asumir con firmeza la responsabilidad de administrar, gestionar de manera efectiva y alentar con pasión. Se necesita que quienes estén dispuestos a supervisar lo hagan con determinación, detectando problemas antes de que se agraven. Es fundamental llegar a un consenso para que Unión se recupere, porque de lo contrario, la situación seguirá siendo dolorosa. Es hora de tener compasión y dejar de pisotear su historia. Es momento de jugar al fútbol con seriedad, mirar hacia adelante y dar tres pases seguidos, como un bebé que aprende a caminar. Esta situación está afectando la moral del hincha de Unión, que ve sus ojos enrojecidos por la bronca y el cansancio. Estamos lejos de la elegancia y el estilo que caracterizó a los hinchas en los años 70 y 80. Unión merece respeto, y no se puede permitir que se menosprecie a esta institución.
Nada ocurre por casualidad en la vida de las instituciones. Los resultados son siempre consecuencia de las acciones de las personas, y esto no cambiará en el futuro. No hay lugar para el pensamiento mágico. Debe prevalecer el pensamiento crítico, la búsqueda y aceptación de diagnósticos, y una gestión proactiva y de alto nivel. El club de los socios ha sido tomado por una mediocridad que amenaza con quedarse por mucho tiempo, y es preocupante que no esté claro quién y cómo intentará cambiar esta situación. No habrá soluciones mágicas, no se puede insistir en las mismas fórmulas ni improvisar líderes. En el campo hay un equipo sin alma y la institución está dormida, esperando que alguien la despierte. Este 1-5 en Victoria tiene que servir para abrir los ojos y entender de una vez por todas que necesita refuerza con urgencia. La Comisión no puede seguir jugando con el mismo equipo esperando que todo salga bien por arte de magia. El tiempo que se perdió en este mercado de pases es irrecuperable, y la realidad es que necesita moverse rápido para corregir el rumbo. El fútbol es un deporte de resultados, pero también es un deporte de decisiones. Las decisiones que tomamos hoy afectan nuestro futuro inmediato. Si siguen sin hacer cambios necesarios, van a seguir enfrentando estos problemas una y otra vez. Una institución como el CAU no se puede dar el lujo de perder más tiempo. Mientras tanto, el hincha, ese socio que paga la cuota y que aún espera respuestas para saber que hicieron con la guita en la recaudación del bono vs River, tiene que bancar a los jugadores y al cuerpo técnico más que nunca.
Hoy Unión no encontró respuestas ni dentro ni fuera de la cancha. El club sigue atravesando una crisis institucional que se siente día a día, y la única salida parece estar en las urnas. En el partido de hoy, Unión sufrió una paliza, siendo goleado 5 a 1 por un Tigre que solo había ganado tres partidos en todo el 2024 y que estaba último en la tabla. Aunque el Matador no venía bien, Unión no podía confiarse de la situación. Tigre, a pesar de sus propios problemas y la falta de paciencia de su gente por los malos resultados, hizo una gran exhibición de fútbol desde el arranque hasta el final. Sebastián Domínguez tiene el respaldo de la dirigencia, pero el clima en Tigre no es el mejor, y la hinchada muestra poca paciencia ante la adversidad. Esto seguramente lo tendrán en cuenta los visitantes, que podrían intentar alargar el partido y convertir al reloj en un adversario más para el equipo local. En esta situación, la derrota fue la gota que colmó el vaso, desatando la bronca, tristeza, dolor, resignación e impotencia de todos los que sienten la camiseta de Unión. La crisis institucional y dirigencial está pegando fuerte y no es raro que esta mala gestión haya terminado afectando al equipo y al DT, que se ha cansado de pedir que se levanten las inhibiciones una y otra vez, sin importar los resultados. El Tate está en caída libre, y mientras vive uno de sus mejores momentos en Primera División desde su regreso en 2014, la Comisión Directiva parece empeñada en ganarse el repudio de los socios e hinchas, con críticas al principal dirigente y burlas constantes. La gente está hasta el cuello y es la única que realmente quiere levantar al Tate. Y ahora, además de la crisis dirigencial, el equipo también está sufriendo en la cancha. La administración deportiva ha sido un desastre. En el mercado de pases se fueron Mauro Luna Diale y Federico Vera, y no se trajo a nadie para reemplazarlos. Dispone de Lautaro Vargas, un pibe que debutó en Defensa y Justicia con apenas 11 minutos de juego, y a Simón Rivero, una promesa de la reserva de Boca. No es que sean malos, pero no tienen el nivel de los que se fueron. Unión está sufriendo, el club y su gente están padeciendo a unos dirigentes que no cumplen con su rol. Usaron al Tate para sus propios intereses, lo llenaron de deudas, vaciaron el plantel, no generaron ingresos y ahora las consecuencias están a la vista. La única salida real está en las urnas.
Esta semana, Unión anunció el levantamiento de las inhibiciones. No obstante, este hecho no debe ser motivo de celebración. Es comparable a la satisfacción de cumplir con el pago de servicios como la luz o el cable; se trata de una obligación fundamental para que el club mantenga un equilibrio fiscal adecuado. Quedaron un montón de dudas sobre el acuerdo entre Unión y la dupla Munúa-Lezcano. Según lo que se pudo averiguar por ahí, la deuda se redujo a la mitad y los acreedores hicieron una especie de “donación” de unos 200 mil dólares para la futura compra del predio de las inferiores. Unión se comprometió a aclarar los detalles del acuerdo cuando el viernes anunció oficialmente el arreglo y la aceptación de Fifa para levantar la inhibición. En la última asamblea, que fue en abril y en la que se aprobaron Memoria y Balance de dos ejercicios, el presidente Spahn había dicho que la deuda era de 240 mil dólares. Después, se enteraron de que había un convenio de pago caído y que la cifra había aumentado bastante. En un momento crítico de la negociación, se llegó a decir que “no se arregla porque Lezcano no dice cuánto es”, y mientras pasaban los días, el Kily se enojaba y hacía declaraciones, y Unión no lograba fichar jugadores. No solo queda la incógnita de cuánto se pagó finalmente, sino que también sería bueno que Unión explique lo demás. No solo por esa supuesta “donación” de Munúa y Lezcano, sino también porque es clave para la promesa de comprar el predio, que se ha usado como “caballito de campaña” y todavía no se concretó. Unión necesita tener su propia casa para las inferiores y no seguir de “prestado”.
PRIMER TIEMPO
Desde que Cristian González agarró la dirección técnica, siempre se inclinó por el 5-3-2. Pero claro, era difícil tocar un equipo que había jugado bien y fue contundente contra Argentinos Juniors. En el fútbol, el juego es dinámico, y no adaptarse a diferentes situaciones puede ser un problema en el competitivo mundo profesional. Es entendible que los entrenadores tengan sus preferencias y estilos, pero la verdadera grandeza está en poder evolucionar y ajustarse a las circunstancias. La terquedad puede ser un freno para el progreso y el éxito. El análisis no se limita a que el plantel es limitado o que no hay recambio. La actuación de Unión fue, sin duda, la peor del 2024. El equipo fue mediocre, desorganizado y sin fundamentos. En ciertos momentos, casi parecía amateur. En los últimos partidos, especialmente de visitante, no logra generar situaciones y no puede dominar los partidos. Lo preocupante es que jugó contra rivales de menor jerarquía, que están al nivel de Unión, pero son equipos débiles que difícilmente les ganen al resto. De visitante, Unión ni siquiera tira al arco ni se atreve a hacerlo. La falta de reacción del Kily sorprendió, como si ya estuviera vencido desde el primer minuto. El equipo estuvo lejos de reflejar el estilo del DT: frontal, directo y con un fútbol sincero. El Kily se involucra tanto en la cancha como si él mismo estuviera jugando, y los jugadores captan ese mensaje y actúan en consecuencia. Pero no se trata solo de correr, meter y luchar en cada rincón; no es solo corazón. El Kily también trae funcionamiento y variantes. Hay juego, con sociedades que funcionan, como la de los hermanos Pittón con Corvalán por izquierda y la de Vargas y Rivero por derecha. Además, Orsini y Balboa están en una competencia por ver quién corre más y exige más; son potentes y aguerridos, ganan pelotas divididas que parecían perdidas y tienen energía para ayudar en la defensa. Orsini, por ejemplo, fue uno de los que más infracciones cometió contra Argentinos Juniors. ¿Por qué? Porque bajaba hasta la zona de Cardozo para dar una mano a los volantes y defensores, y ahí cometía faltas. Aunque no es ideal hacer faltas cerca del área, demuestra la entrega total de los delanteros elegidos por el Kily, a quienes nadie cuestiona. Y no se pisan ni se anulan entre ellos, rompiendo el mito de que dos centrodelanteros no pueden jugar juntos. Cristian González lo logró. Y hoy no se vio nada de eso.
En el comienzo del partido, Unión, como suele hacerlo, inclina mucho la cancha por el costado izquierdo con las proyecciones de Bruno Pittón (1,5), quien jamás le pudo encontrar la vuelta a la posición de Ortega, que lo desbordó una y otra vez. El lateral de Tigre siempre le ganó la cuerda. El primer gol viene por su sector. Otorgó demasiadas ventajas. Jugó apenas 45 minutos ya que lo reemplazó Mateo del Blanco al comienzo del segundo tiempo. El Tate amagó con tener la pelota, a jugar un toque y buscar rápidamente a Adrián Balboa (4) que luchó como de costumbre e hizo lo posible en medio de la adversidad, pero la verdad es que estuvo muy lejos del gol, en un equipo que se desvió en sus intentos de ataque. Pero fue un espejismo. Le duró lo que le dura una botella de champagne un sábado a la noche con amigos en un boliche. Porque Nicolás Orsini (4) termina salvando la ropa por el gol, pero fue otro de los jugadores que no estuvo en la altura de las circunstancias. Hubo un pasaje del primer tiempo que Unión tuvo un contraataque con espacios a su favor, y la pelota le rebotó al ex Boca y le permitió la organización de Tigre. Siempre de espaldas al arco. Le rebotaron todas las pelotas. Lo positivo es que marcó el gol del descuento. En la primera etapa, un pase de Simón Rivero lo dejó mano a mano con Fabio Zenobio, pero no tuvo ángulo para disparar.
Tigre demostró una paciencia que sorprendió a todos, a pesar de la presión del descenso que tenía encima. En lugar de rifar la pelota o lanzarse al ataque de cualquier manera, se mantuvo tranquilo y jugó con cabeza. Aunque la situación era crítica y cada punto contaba, el equipo de Sebastián Domínguez, que al principio no lograba resultados ni mucho menos buen juego, mantuvo una postura inteligente para avanzar. No es que no fueran conscientes de la urgencia de los partidos, sino que preferían ser metódicos en su estrategia. En vez de arriesgarse a jugar al pelotazo, optó por esperar el momento adecuado para atacar, confiando en que con tiempo y perseverancia encontrarían el hueco necesario para marcar la diferencia. Este enfoque podía parecer arriesgado dado el contexto de lucha por evitar el descenso, pero la idea era mantener la posesión y hacer circular la pelota para crear oportunidades más claras y reducir las chances de cometer errores que pudieran costarles goles. Además, al jugar de esta forma, el equipo buscaba desgastar al rival, obligándolo a cometer errores y abrir espacios que Tigre podría aprovechar. A pesar de la situación complicada en la tabla y la presión constante, Tigre demostró que tenía un plan y estaba dispuesto a seguirlo, incluso si eso significaba que los resultados no llegaban de inmediato. La paciencia en el fútbol puede ser clave, y en este caso, parecía ser la fórmula para lograr la salvación. La esperanza era que con esta actitud y enfoque, el equipo pudiera conseguir los puntos necesarios para mantenerse en la Primera División y evitar el descenso.
En la semana se conoció una noticia que Unión es uno de los equipos que mejor presiona en el fútbol argentino. En los primeros minutos hizo un culto de la presión alta. Pero Tigre, como mencionamos anteriormente, buscaba lateralizar la pelota de izquierda a derecha, pero no encontraba los espacios debido al mediocampo de Unión. Era una tenencia intrascendente. ¿Qué es lo mejor que tiene Tigre? Tener la pelota para atacar. Y en dos o tres toques, atacó mucho por el sector izquierdo con el triangulo Ortega-Garay y Armoa, sumado a la movilidad de Gonzalo Maroni. Unión no podía hacer pie en la mitad de la cancha. Perdía varias pelotas ofensivas y le cedía la iniciativa al Matador, quien intentaba abrir la cancha por el sector izquierdo y eso obligaba a los cierres de Nicolas Paz (2), quien tuvo un rendimiento muy pobre, no pudo cerrar la jugada en el primer gol de Tigre, se perdió a Galván en el tercer gol cuando se fue por la izquierda, y en el cuarto gol, Maroni le hizo un caño y la mandó a guardar. Tigre lo pasaba por arriba en todos los sectores de la cancha. Manejaba la pelota y tenía el control del partido. Unión estaba sufriendo el encuentro. Con poca recuperación en el medio y defendiendo muy atrás con los cinco, se le hacía difícil mantener el ritmo. De acá al 6 de septiembre, cuando cierra el libro de pases, Unión tiene que pensar en sumar un jugador con experiencia en el medio campo. Joaquín Mosqueira (2) no estaba rindiendo como se esperaba. No recuperaba ni se imponía frente al ataque de los jugadores del Matador. Se lo veía al rosarino perdido, desordenado tanto en ataque como en defensa, dejando muchas licencias en las transiciones. Los rivales siempre encontraban espacios para atacar por sus espaldas y llegaba tarde a casi todas las pelotas. Por eso, el DT lo sacó y metió a Tanda. No es para criticar al pibe, pero así como en los mejores partidos no era el Tolo Gallego, hoy Mosqueira no demuestra condiciones para jugar en Primera División. Hay que ser realistas.
El primer indicio de cómo se iba a desarrollar el partido se vio a los 12 minutos, cuando Florián Monzón lanzó un zurdazo que se fue desviado por línea de fondo. Sebastián Domínguez había estudiado el partido a la perfección y le tapó bien los laterales a Unión, sabiendo que la subida de los laterales es fundamental para el equipo rival. En particular, Lautaro Vargas (3) estuvo desconocido. En el primer tiempo intentó proyectarse en algunas jugadas, pero uno de los déficit que mantiene el juvenil de la Reserva de Defensa y Justicia es que no tiene precisión en los centros. Siempre fueron a media altura, imposible que pueda llegar a conectar algún jugador tatengue. También dejó algunos espacios que fue aprovechado por la dupla Banegas y Galván por el costado izquierdo, entonces derivó en las intervención de Nicolas Paz a cerrar a sus espaldas. Estuvo más pendiente de frenar las subidas del tándem Banegas-Galván que de proyectarse. Por izquierda, Bruno Pittón apenas se sumó al ataque, lo que le permitió a Tigre vulnerarse de ese sector. La insistencia de Tigre por ese costado terminó por abrir el marcador. Era algo que se veía venir, ya que Monzón había tenido una aproximación clara a los 12 minutos. Finalmente, a los 16, el desborde de Garay y la pasividad de los defensores de Unión fueron decisivos. Cardozo, en lugar de salir a cortar el avance, se quedó parado en la puerta del área. Así, el Tate tuvo que sacar del medio tras el gol. 0-1.
Unión, herido, reaccionó. En los últimos partido, el equipo depende de lo que pueda hacer el zurdo proveniente de Boca. Estamos hablando de Simón Rivero (3). Se movió por izquierda, por derecha, pero no logró imponer presencia con sus gambetas y desequilibrio. Venía de ser una de las grandes figuras que tuvo el Tate ante Argentinos Juniors, pero hoy pasó desapercibido en la zona media. Apenas un pase entre líneas para Orsini luego del 1-0 de Tigre, que no llegó a definir porque no tenía acompañantes. Pasaban los minutos, y era un monólogo lo de Tigre. Tenía la pelota, se desmarcaban los jugadores, encontraba espacios que Unión no podía detectar. Defensivamente fue un espanto el elenco del Kily González. En todo momento estuvo más cerca del 2-0 que Unión de descontar. Lo mejor que tiene Unión eran los cinco del fondo. Y hoy realmente no estuvo a la altura ninguno. Franco Pardo (2) disputó el peor partido desde que se puso la camiseta tatengue. En la reanudación de la Liga Profesional tras la consagración de Argentina en la Copa Argentina, siempre fue figura, aportando esa voz y solidez defensiva que lo caracteriza. Estuvo errático en los pases. Perdió con Monzón en el segundo gol de Tigre y eso que el delantero no saltó. Falló en el 4-0 al no rechazar el balón y quedando mal parado. Sobre llovido mojado, en el quinto, Monzón lo desacomodó con llamativa facilidad. Una noche para olvidar. Al igual que el resto de la defensa, el desempeño de Claudio Corvalán (4) fue muy flojo. No se mostró firme, quedó desubicado en varias jugadas de ataque y no impuso su habitual solidez.
Unión era un equipo muy largo y perdía todas las segundas pelotas. Todos los rebotes iban para los jugadores de Tigre, que se llevaban todo. A Unión le costaba generar juego asociado y debía estar muy atento a las coberturas defensivas. Se notaba que el equipo jugaba a dos o tres marchas menos que su rival. Tigre lo superaba en todos los aspectos: en el juego, en el resultado y en lo físico. Si uno no miraba el marcador ni sabía cómo estaba la tabla, podría haber pensado que Tigre estaba peleando el campeonato y que Unión estaba luchando por no descender. El juego de Unión no fluía en la mitad de la cancha. Por la derecha, Mauro Pittón (3) mostró algunos de los mejores momentos del equipo en 2024 cuando se posicionó como volante central. Pero claro, Mauro no puede jugar de cinco y cubrir todas las posiciones a la vez. A veces, la polifuncionalidad puede ser un problema si el jugador no se adapta bien a una posición específica. En cuanto al desarrollo del partido, Mauro fue otro de los que realmente la pasó mal ante el vendaval de Tigre. Unión no mostró dinámica, ni llegada, ni juego colectivo, y quedó completamente a merced de Tigre. Cada vez que recupera la pelota tigre, siempre queda mano a mano con los defensores de Unión, que tenía un lío tremendo en el bloque defensivo, algo que siempre se lo ha caracterizado desde la solidez defensivo. El Kily jamás le pudo encontrar la vuelta a la posición de Ortega. El lateral por derecha subió una y otra vez y le generó más de un dolor de cabeza a Bruno Pittón por izquierda. De hecho, el gol vino por ese lado. De la única manear que podía llegar al área de Tigre, era a través de los errores no forzados del Matador. El elenco de Sebastián Domínguez es un equipo atacando y otro defendiendo. Las pocas veces que lo atacó, mostró ciertas fragilidades.
Recién a los 31 minutos del primer tiempo, Unión mostró un atisbo de buen fútbol con su mejor jugada colectiva. Finalmente, logró encadenar algunos pases en campo rival y, por primera vez, empezó a mostrar algo de fluidez. Simón Rivero, que había estado jugando en otro sector, se movió hacia el costado izquierdo con la esperanza de generar algo de peligro. Sin embargo, a pesar de este cambio, aún no lograba desequilibrar ni imponerse en los mano a mano. La falta de ritmo y la presión constante de Tigre seguían jugando en contra. Era evidente que Unión tenía dificultades para mantener el balón y generar jugadas claras. Tigre, por su parte, estaba muy bien plantado en la cancha, no solo desde el punto de vista físico, sino también táctico. Cada intento de Unión por avanzar se encontraba con una defensa sólida y bien organizada de Tigre, que no dejaba espacios y siempre estaba atento para cortar los avances. Promediando la primera etapa, se vio claramente cómo Unión dejaba espacios enormes de la mitad de cancha hacia atrás. Los defensores tatengues no estaban bien escalonados y, como resultado, Tigre aprovechaba cada hueco. Era una noche de terror para el equipo, que no lograba cerrar bien las líneas defensivas y permitía que el rival se moviera con mucha libertad. La desorganización defensiva era evidente, y los espacios que dejaban se convertían en una invitación para que Tigre siguiera atacando sin que Unión pudiera hacer mucho para frenar el vendaval.
Unión cometió una cantidad enorme de errores no forzados en los pases durante el partido. Aunque el equipo tenía más luces que sombras y lograba avanzar, no contaba con demasiadas ideas en ataque. Tigre le dejaba la pelota, pero en cuanto Unión cruzaba la mitad de la cancha, los jugadores de Tigre salían a presionar con intensidad y recuperaban la pelota con mucha facilidad. A pesar de que en la semana Unión levantó las inhibiciones, en el campo de juego estaba completamente inhibido. Los delanteros no lograban conectar con el balón; les rebotaban todas las pelotas y estaban desconectados del juego. El mediocampo no generaba juego, y esto se relaciona con la misma problemática de siempre. En este mercado de pases, Unión debería haber incorporado un 4, un 3, un 8, un 5, un 11 y un generador de juego. El equipo carecía de juego interno, y todos los avances terminaban en las manos del arquero de Tigre, Fabio Zenobio. El dueño de casa era ágil en las transiciones de defensa a ataque, moviéndose rápido y aprovechando cualquier descuido de Unión. Detrás de Joaquín Mosqueira, Tigre encontró un resquicio con González Metilli y Tomás Galván, ex Colón. Estos jugadores supieron explotar la debilidad en esa zona del campo. Sobre el cierre de la primera etapa, Tigre consiguió un gol psicológico que terminó de inclinar la balanza. Un centro desde la derecha de Tomás Galván encontró a Florián Monzón, quien le ganó la posición a Franco Pardo. Monzón conectó un cabezazo preciso que se fue al ángulo superior izquierdo de Thiago Cardozo, sellando así el 0-2 y dando un golpe duro en el momento justo.
SEGUNDO TIEMPO
Dos cambios realizó Unión para la segunda etapa. Entró Patricio Tanda (5) por Mosqueira para darle equilibrio y juego a la mitad de la cancha. Lamentablemente ingresó en un contexto totalmente negativo, ya que una vez que ingresó, Unión recibió dos goles en menos de tres minutos. Realmente no se entiende porque el DT no lo pone como titular, ya que tiene otras características que Mosqueira. Es un jugador que busca romper líneas, que trata de tener la pelota. En este partido tuvo una doble tarea, que fue jugar y también recuperar ante la superioridad de los volantes de Tigre. Lo habilitó a Morales de frente al arco, pero la buena respuesta de Zenobio hizo que mande el balón al córner. En cuanto a Mateo del Blanco (5), junto con Patricio Tanda, el único que tuvo rebeldía. Cada vez que recibió la pelota, tuvo las agallas de encarar, de ir hacia adelante. En pocos minutos mostró más que algunos de sus compañeros en 60 minutos. Asistió a Orsini con un pase al medio y el 1-4 parcial. Después de esta actuación, seguramente que se ganó un lugar dentro del once inicial, seguramente de lateral volante para tener despliegue, amplitud y profundidad. Pero nada cambió, porque a los 30 segundos, Tigre le dio el golpe de KO que le faltaba: De un pelotazo largo de Fabio Zenobio, Paz dejó picar la pelota, pero no pudo en el mano a mano ante Tomás Galván, el centro en el corazón del área que conectó Armoa para el 3-0. Asunto terminado. Sin embargo, la pesadilla no terminaba: una salida fallida de Paz, Armoa la tomó y la punteó para Monzón. Maroni ingresó cerca de la medialuna, elude la marca de Paz y definió al palo izquierdo de Thiago Cardozo (2). Esta goleada en contra cae en el mejor momento de su estadía en el club. Venía siendo uno de los puntos altos en el bloque defensivo. Gracias a sus atajadas en los partidos anteriores había ratificado su confianza con el hinchas tras un inicio algo flojo. Sin embargo, hoy la verdad que no pudo ponerse el traje de héroe, ya que le patearon cinco veces y los cinco veces fueron goles. A lo largo de los 90 minutos no tuvo ninguna atajada significante.
El segundo tiempo resultó realmente emocionante, una verdadera joya para el espectador neutral. Era un partido tan entretenido que no dejaba respiro, y era imposible no quedarse pegado al sillón. Unión, en su intento por recortar distancias, tuvo una chance clara: Del Blanco quiso patear al arco, pero el balón terminó en un centro atrás que Orsini aprovechó para definir con el arco completamente solo. El 4-1 llegó con tres goles en apenas seis minutos, algo muy raro de ver. Este tipo de explosión ofensiva rara vez se da, especialmente en una fecha en la que Instituto y Defensa y Justicia también anotaron tres goles en el primer tiempo, a los 10 minutos.
Unión estuvo completamente desbordado en los duelos individuales por las bandas durante todo el partido. Cuando se lo propuso le sacó ventaja en cada enfrentamiento, especialmente por los costados. Ya en el segundo tiempo el que tuvo que lidiar con Ortega fue Del Blanco, que se movió libremente y le hizo la vida imposible. Tanto los laterales como los volantes no lo pudieron frenar y los centros y desbordes se hicieron cada vez más frecuentes. Ortega, junto con los demás jugadores de Tigre, aprovechó cada error y cada hueco que dejó Unión, haciendo aún más evidente la falta de ajuste en la marca y la coordinación defensiva. Pasaron 15 minutos del segundo tiempo y recién en ese momento, el Kily rompió la línea de 5 con la salida de Vargas. Lo mandó a la cancha a Gonzalo Morales (5), para jugar con un 4-3-3. Mientras tanto, Domínguez hizo cambios y metió un volante de contención para cerrar el partido, sacando a Armoa, una de las grandes figuras que tuvo el Matador en Victoria. Así, Paz pasó a jugar como lateral derecho.
En la primera que tuvo el Toro, casi mete el 2-4 y le daba un poco de emoción al partido. Hizo una jugada bien, marcándole el pase a Tanda para quedar mano a mano con el arquero, pero Zenobio le tapó el tiro. Entró con el partido ya resuelto. Cuando Unión tenía la pelota y Tigre estaba replegado atrás, era clave que el Tate moviera rápido el balón para abrir espacios. Pero justamente eso le faltó. En vez de mover la pelota rápido y buscar opciones para desordenar a la defensa, estuvo estático y predecible. La falta de movimiento hizo que Tigre se cerrara aún más en defensa, tapando todos los intentos de avanzar y complicando la creación de jugadas. Los jugadores de Unión no lograron desmarcarse y la pelota circuló lento, con todos los espacios cerrados por los defensores. Sin dinamismo y sin poder romper la defensa, se quedó atrapado en un juego muy predecible, sin poder superar la defensa de Tigre, que estaba esperando para salir de contra o aprovechar algún error de Unión. Era mucho pedir que Unión, con tan poco, pudiera cambiar el rumbo después de todos los errores y problemas que tuvo durante los 50 minutos en los que Tigre metió cuatro goles.
Tigre decidió retroceder 20 metros en la cancha para achicar espacios y prepararse para el contragolpe, sabiendo que ya había logrado una ventaja decisiva. Más aún cuando Benítez aprovechó otro error defensivo para convertir el quinto gol. Las entradas de Roldán (ingresó para jugar el último cuarto hora cuando el CAU perdía por cuatro goles) y Gamba (entró en un contexto completamente desfavorable y, a pesar de su esfuerzo, no logró integrarse al ritmo del partido)por Corvalán y Balboa parecían más una estrategia para aprovechar la ventana reglamentaria que una búsqueda de un efecto futbolístico. El partido ya estaba totalmente definido. Y este Tigre, que había ganado solo un partido de local en este torneo y ocupaba el último puesto de la tabla general, logró una victoria sorprendente y difícil de digerir. El empate de Huracán le había dado a Unión la gran oportunidad de cerrar el sábado como único líder del campeonato. Era la gran chance del Tatengue. Tenía que ganarle a Tigre en Victoria para sacarle un punto al Globo y mirar a todos desde arriba. Debía demostrar que estaba preparado para el momento crucial. Pero, para sorpresa de todos, fue el Matador quien terminó jugando como si fuera el puntero. El equipo de Sebastián Domínguez jugó su mejor partido del año. Inesperadamente, Unión, el segundo equipo con menos goles en contra del campeonato, recibió una goleada. Desbalanceado y por momentos demasiado acelerado, tuvo una ráfaga letal que lo dejó fuera de combate.
Lo cierto es que Unión jugó el peor partido del año. Comparable con la derrota ante Gimnasia de Mendoza, o aquellas derrotas deshonrosas de 2023. Cualquiera puede tener un partido. River por ejemplo, en menos de un mes, fue eliminado por Temperley de la Copa Argentina, y después perdió con Riestra, jugando muy mal. El problema no es el resultado -si no pecaríamos de exitistas-, sino las formas. Sin actitud, sin voluntad, sin compromiso en la cancha, y sin reacción. Una falta de respeto, en breve palabras.
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