No hacía falta imaginarse que desde temprano la gente se daría cita en el Club San Martín de Progreso. Es que todos, (pero todos, de verdad), querían estar para acompañar al ídolo. Y así lo hicieron ante los ojos del mundo que vio cómo una personalidad trasciende fronteras en base a los valores humanos que demostró a lo largo de su vida. Ese fue Emiliano Sala.
Era el momento del adiós, aunque nadie quiso decirlo así. Para Progreso fue «la bienvenida para siempre de Emi». Y entonces, habrá que entenderlo de esa forma. Porque en honor a la verdad, Emiliano Sala «le pertenece» a Progreso. Fueron ellos quiénes lo acompañaron desde aquel salto al fútbol europeo. En las malas, en las no tan malas y en las buenas. Y son ellos, los habitantes de esta pequeña localidad los que hoy sienten el dolor por la pérdida de ese flaco que cada fin de semana se les metía en las casas a través de la TV para hacerlos sentir orgullosos. Con cada gol. Con cada festejo. Con cada jugada.
Los restos de Emiliano llegaron a las 5 de la mañana y dos horas y media más tarde se habilitó el ingreso del público en el salón del Club San Martín. Los familiares estaban con él y el desfile fue incesante hasta pasadas las 15 de este sábado 16 de febrero que quedará marcado para siempre.
«En 139 años de historia de nuestro pueblo, éste es el momento más triste que nos toca vivir», repetía a cada paso el Jefe Comunal, Julio Muller. En el ámbito familiar fueron muy pocos los que hablaron públicamente. Mirtha Taffarel, su tía, ahogada en llanto sostuvo que «su legado es el trabajo y la actitud de nunca bajar los brazos. Un chicho que nunca olvidó sus raíces, bueno, amable, cariñoso, que supo ganarse el respeto de todos». Mientras, su primo, Martín Gatti, fue quién dudó de lo sucedido en el accidente. «Acá hay que seguir con la investigación, no puede ser que lo dejaran solo. Le pusieron un avión que no estaba en condiciones, le cambiaron el piloto y pasó esto… Hay algo raro», sostuvo.
Su amigo del alma del fútbol, el fracés Nicolás Pallois pidió permiso para no jugar en el Nantes y venir a despedir a Emiliano. Se recluyó todo el tiempo con los familiares directos del jugador y no hizo declaraciones. Lo acompañó el uruguayo Diego Roland, que también conocía a Sala por su paso por Bordeaux.
De Cardiff arribaron bien temprano el técnico, Neil Warnock, y el director general Ken Choo. El primero de los dos manifestó sentirse asombrado por la forma en que el pueblo de Progreso despedía a Emiliano y también por la repercusión mundial de lo que era éste como persona.
También el gobernador de la provincia de Santa Fe, Ingeniero Miguel Lifschitz, estuvo en el velatorio. Llegó pasado el mediodía en helicóptero y al salir del salón sostuvo que «es un día muy triste para la localidad de Progreso, hay una gran conmoción por este joven que es todo un orgullo para el pueblo».
La ceremonia religiosa comenzó pasadas las 14 y unos minutos después los chicos del club formaron el camino para que el féretro de Emiliano Sala sea trasladado al coche que lo llevaría a Santa Fe. Hubo aplausos, se multiplicaron las lágrimas y las muestras de dolor. Luego, en forma tranquila, el cortejo dejó Progreso y a pocos kilómetros de allí, en Cululú, el lugar donde nació Emiliano, desaceleró la marcha. Un grupo de personas esperó el paso de «El Emi» y hubo aplausos a la vera de la ruta. Después, siguió el trayecto hasta Santa Fe, lugar al que arribó cerca de las 17 para dejar los restos de Emiliano en el Cementario, a la espera de la cremación. También hubo gente esperando el cortejo y otra vez volvieron a escucharse aplausos. Era el cierre de una jornada triste, tristísima. Pero también el comienzo de una leyenda. La de Emiliano Raúl Sala, el chico que supo sobreponerse a todo, que brilló con luz propia y que un día se fue, dejando sin respuesta a la gran pregunta: ¿Por qué? Sólo quien diseña el destino lo sabe. Y nosotros, los mortales, estamos lejos de entenderlo…
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