En la Copa Argentina, el lema de TyC Sports lo resume perfectamente: «Puede pasar cualquier cosa». Después del 2016, cuando Unión llegó a cuartos y se enfrentó a River en Mar del Plata, parecía tener un futuro prometedor. Sin embargo, desde entonces, el Tate se estancó. Nunca logró avanzar más de tres fases consecutivas. Lo que alguna vez fue una fuente de esperanza para obtener el primer título y un pasaporte a la próxima edición de la Copa Libertadores de América se convirtió en un tormento, en un karma, en un laberinto sin salida. Quedó eliminado prematuramente en varias ocasiones: primero con Leonardo Carol Madelón en dos oportunidades, luego con Munúa en los dieciseisavos de final, con Méndez en la derrota contra Almagro en San Nicolás desde los doce pasos, y ahora llegó el turno de Kily González en el Eva Perón de Junín.
En la fresca noche de Junín, Unión vivió una situación que parecía sacada de una novela de García Márquez, justo a 10 años de su fallecimiento: una crónica de una muerte anunciada, otra más en una Copa Argentina que parece darle la espalda. Apenas Pablo Echavarría pitó el final, se desató una ola de silbidos que retumbó en todo Junín, provenientes de los 1500 hinchas que viajaron en plena semana, gastando más de 50 mil pesos entre entradas, nafta, tragos y algo para picar, todo para presenciar este fiasco. Porque, sinceramente, fue un fiasco. Un nuevo papelón de Unión. Y mire que ya lleva varios en este torneo, pero ninguno como este. Quizás se asemeje a esa eliminación ante Sarmiento de Resistencia, cuando en cinco minutos el equipo que militaba en el Federal A aprovechó la expulsión de Nelson Acevedo para voltear el partido a su favor. Todo sería más llevadero si el club contara con una oposición que esté a la altura de la situación. ¿Por qué los supuestos líderes que dicen tener las respuestas para Unión no se hacen presentes en estos momentos? Hay una sensación generalizada de que están viviendo en una pendiente sin fin, sin poder vislumbrar dónde termina este deterioro.
Las palabras de Corvalán resumen el momento que atraviesa Unión: «Tenemos mucho por mejorar, pero todos estamos remando para el mismo lado. Quien no quiera estar en Unión, que no esté». Pedimos disculpas a la gente porque no pudimos devolverles nada de lo que nos dieron al venir acá». Terminamos mal la temporada, el análisis es que no cumplimos los objetivos propuestos y el balance es muy negativo». Sin dudas, el balance que muchos hinchas y socios hacen es el mismo que hizo Corvalán antes de partir hacia Junín y recorrer los 600 kilómetros que separan la Capital Provincial del estadio de Sarmiento.
Aunque mantengo la esperanza, al igual que aquellos que tienen roles de liderazgo, que el clima institucional es el resultado de la suma de intereses, necesidades, requerimientos y expectativas de los miembros de una organización. Es el reflejo del grado de armonía o desacuerdo entre la gente y la institución. Lo que sucede en Unión hoy está claro para la mayoría. Como bien dijo el fallecido filósofo argentino Mario Bunge, «una contradicción puede resolverse, una confusión puede ser aclarada, pero lo absurdo es intratable». Y son estos escenarios, en los que no hay movimientos, los que sigue transitando sin encontrar una salida.
En la travesía de enfrentar grandes desafíos, los humanos solemos transitar por tres etapas bien marcadas. Primero, la negación, donde rechazamos la posibilidad de que algo nos afecte. Sin embargo, la realidad eventualmente nos alcanza. Luego viene la resignación, una aceptación apática de la situación, donde la lucha parece imposible. Por último, llega la etapa de la lucha, donde encontramos la determinación para superar los obstáculos. En el contexto actual de Unión, la sensación predominante parece ser la de resignación. Refleja la desconexión y el descontento de una multitud que no se siente representada ni por el equipo ni por la dirección del club. Con un aumento desmesurado en las cuotas, el abandono de actividades y una plantilla que no cumple las expectativas, la esperanza de una victoria se desvanece. A pesar de los resultados variables de los partidos, la perspectiva de alegría futura parece lejana y utópica. Con dos meses por delante para el mercado de pases, la posibilidad de inversiones significativas en nuevos talentos parece remota. En cambio, la idea de desmantelar el club y venderlo a bajo precio parece más real que nunca. Es un momento crucial de reflexión y decisión para el futuro de la institución, donde la pasividad no es una opción, pero la esperanza se desvanece día a día.
Frente a la agitación, la conducción tiene una responsabilidad mayor y necesita mantener la calma. Vivimos en democracia y esperamos que esta se ejerza en las instituciones. Eso es innegociable y este compromiso debe cumplirse en el tiempo establecido. Se trata de atender lo que el paciente pero agotada la «marea tatengue» está demandando: crear una institución viable fomentando condiciones que promuevan un clima institucional favorable, como la responsabilidad, pautas claras, reconocimiento, transparencia, acceso al liderazgo y una planificación y ejecución eficientes. En la opinión general, hay un reconocimiento de que las cosas no van bien y hay un clima de agitación, pero la dirección parece incapaz de reconocerlo y abordarlo. Esta situación resta en lugar de sumar. Cuando se logran éxitos, se atribuyen al esfuerzo conjunto de dirigentes, voluntarios, hinchas, cuerpo técnico y jugadores. Y cuando los fracasos se prolongan, también se comparte la responsabilidad. No debemos olvidar que los dirigentes están en el campo junto a los jugadores, detrás de cada pelota. Cuando los jugadores se sienten desamparados, su rendimiento se ve afectado.
Para cerrar, quiero recordar una frase de Mario Bunge, quien nos brindó valiosos conocimientos sobre organización. Cuando se le preguntó si Argentina, como el gran país que fue, es irrecuperable, respondió: «No, hay que dejar de lamentarse y empezar desde abajo». Esta reflexión también es aplicable a Unión. Quien creyó que Unión podría avanzar a los cuartos de final en la Copa de la Liga mostró cierta ingenuidad. La realidad del equipo es evidente: no logró marcar diferencias contra el último de la tabla como Tigre, que apenas sumó 5 puntos de 42 posibles, y ahora perdió contra un equipo que puso suplentes como Gimnasia de Mendoza. Si bien contra Tigre lo salvó un golazo de Joaquín Mosqueira, esta noche frente al Lobo Mendocino lo perdió merecidamente, ya que el rival hizo méritos y se llevó la victoria con coraje. La caída en el Eva Perón no sorprende en absoluto, era previsible. La posibilidad de clasificar a los 16vos de final podría haber sido un impulso anímico importante para el equipo, pero las dudas, el pobre desempeño y la falta de valentía predominaron. Nada cambió, la situación empeora partido tras partido.
En mi cuenta de Twitter, entre la euforia por culminar una Copa de la Liga aceptable, pese a que no se cumplió el objetivo que era jugar la Fase final, destaqué que no se debía perder de vista la realidad. «Que el árbol no tape al bosque. Esto es pan para hoy y hambre para mañana». No había un solo motivo de peso que justifique competir a nivel nacional, más allá de que los jugadores pueden recibir algún incentivo económico. Lo que pasó el sábado en Victoria fue apenas un alivio momentáneo que enmascaró por unos días una situación que parece no tener solución a la vista.
Fue como poner una curita en una herida que necesita un tratamiento más profunda. Lo que ocurrió el sábado en Victoria fue un simple calmante que anestesió algunos días una dolencia que parece no tener un remedio efectivo. No iba a ser la solución. Se trató de una curita ante una herida que amerita otro tipo de tratamiento. Hoy Unión no está para pensar en comer caviar cuando no logra las cuatro comidas diarias. El Tate no puede pensar en multiplicar cuando no sabe hacer simples sumas y restas. Cuando parece que no hay nada más abajo, el plantel parece desafiar las leyes de la física y se hunde en un agujero negro indescifrable. Pasaron cuatro meses de este año y Unión ya quedó afuera de dos competencias. Es un lamento que afecta a los exigentes. Unión no sólo deberá hacer malabares para afrontar el turbulento presente económico e institucional que atraviesa -inhibido una vez más por Gustavo Munúa en FIFA ante la falta de pago-. Algún día, Unión tendrá que darle bola en serio a este torneo que otorga una estrella, un título y un pasaporte a la próxima edición de la Copa Libertadores de América. La gran pregunta es cómo se hace. Por donde se comienza. No hay ningún cimiento fuerte. Parece que el suelo fue avanzado por un terremoto. Unión no tiene ni un botiquín de primeros auxilios para atender la urgencia. No hay respuestas en los titulares, ni en los suplentes. No me quedan dudas que el plantel respalda las ordenes del Kily, pero es evidente que Unión parece un bloque mental muy grave. Que cuando tiene que asumir el protagonismo se queda en la orilla. Quizás sea momento de buscar respuestas en el ámbito espiritual. Ante nulidad de razones válidas para pensar en una recuperación, deberá que lo mejor es aferrarse al milagro. A que exista un peor equipo que Central Córdoba, Riestra, Independiente Rivadavia, Platense.
Estas son solo expresiones con un toque de sarcasmo ante el escepticismo que se respira en el Mundo Tatengue, donde parece faltar el aire. Unión parece estar pidiendo un receso en la esquina del ring después del primer asalto. Después de los encuentros con Platense, Central Córdoba y Lanús, el Tate se siente exhausto en todos los aspectos. Si hubiera una toalla blanca, quizás la arrojaría, porque parece que Unión no puede seguir aguantando más golpes. Recibe golpes uno tras otro y se acerca al nocaut. Es urgente una reacción. Ahora, lo mejor que le podría pasar es volver a barajar y dar de nuevo, tomarse un par de días de descanso y pensar en cómo levantar a este equipo que está herido tanto en lo futbolístico como en lo mental.
En la Copa Argentina, ya no se trata de que el rival sea «accesible», como se creía hasta hace poco. Unión demostró en este torneo que puede perder con cualquiera y que a veces el rival le gana sin ni siquiera esforzarse demasiado. Repasemos: desde su reestreno en 2011, Unión perdió con Chacarita, Gimnasia de Concepción del Uruguay, Juventud Unida de San Luis, Gimnasia de La Plata, Morón, Sarmiento de Resistencia, Dock Sud, Barracas Central, Almagro y hoy. El auto-sabotaje persistirá si se continúa utilizando a jugadores que deshonran la camiseta con su falta de compromiso, sobre todo aquellos que recibieron importantes sumas de dinero en dólares como parte de su fichaje. En medio de una crisis, este plantel desmotivado, que se flagela constantemente, deberá levantar la cabeza y salir a ganar en las primeras cinco fechas de la Liga Profesional donde no hay margen de error para la continuidad del entrenador, aunque el presidente haya asegurado durante la semana que «hay Kily para rato».
Los primeros 45 minutos dejaron al descubierto una realidad cruda. Lo más preocupante es que nadie parece darse cuenta de lo profundo del precipicio en el que el club está cayendo, en términos generales. Siempre se puede caer más bajo, parece ser la consigna. Muchos hinchas creen que ya han alcanzado el límite de su asombro, pero partido tras partido ese límite se desvanece y continúan sorprendiéndose. En realidad, perder de esta manera tiene poco de sorprenderte. Son partidos que los hinchas experimentaron en varias ocasiones en contextos similares. Desde hace varios años, el retroceso futbolístico es evidente. Se han perdido numerosos casilleros, lo que hace que la tabla de posiciones (en la Copa de la Liga) sea incluso generosa.
La respuesta no aparece por ningún lado. El miedo paraliza. No hay motivos para creer en una vuelta atrás. El panorama es abrumador, desorientando hasta al más optimista. Hace tiempo se viene pidiendo una purga y llegó de golpe. Ahora, muchos notan que la falta de jerarquía en algunos puestos y se está forzando a los juveniles a crecer más rápido, lo que podría terminar quemándolos, caso Jero Dómina, Lionel Verde, entre otros. Unión juega como en un juego de ajedrez, siempre en jaque. En una semana se cumplirán dos años del empate sin goles en el Maracaná ante Fluminense. Ni el más optimista hubiera imaginado este presente. Todo en Unión parece estar devastado, como si un tsunami hubiera arrasado con todo. El rompecabezas no solo está desarmado, sino que le faltan piezas, algunas de las cuales no llegaron en este mercado de pases. Resulta cómico escuchar que González esté conforme con este plantel. Más bien es ridículo y triste, porque las mentiras tienen patas cortas.
Unión enfrenta un clima insoportable dentro y fuera de la cancha. Lo único cierto es que sin un rumbo claro, no habrá salida. De alguna manera, debe haber unidad. Está cayendo en un agujero negro del cual no encuentra salida alguna. Esa energía negativa debe ser revertida. Los responsables están a la vista y enumerarlos sería redundante. Nada cambió. Es inútil. En medio de una crisis institucional y deportiva, Unión tiene que encontrar paz, porque el club está por encima de todos. No habrá un mercado de pases salvador ni ningún dirigente externo que sea un mago, y menos en los próximos meses.
El partido
Fueron 15 minutos en los cuales Unión mostró las credenciales de ataque, con la salida de Nicolas Paz hasta la mitad de la cancha, volcado en la ofensiva con Federico Vera en una especie de extremo derecho, permitiendo que Joaquín Mosqueira se meta en una especie de tercer central adelantado, bajando a recibir la pelota para iniciar las jugadas, algo que sucedía muy habitual en la época de Juan Manuel Azconzábal con Cañete. Todo el resto atacaba. ¿Cuál fue la propuesta de Gimnasia de Mendoza? Ser un equipo ordenado a bordo de un 4-4-2 con Juan Veyra y Fermín Antonini en la mitad de la cancha, repartiéndose el círculo central, con Nazareno Solís buscando atacar siempre las espaldas de Vera. Barboza era el encargado de generar juego a espaldas de Mosqueira. Por izquierda, Salega que evitaba las subidas de Pittón y Corvalán por su sector y arriba Luis Silba, el 9 que alguna vez supo convertirle al Tate en la derrota vergonzosa ante Sarmiento de Resistencia, fabricando algunas faltas y siendo un dolor de cabeza para los marcadores centrales.
Unión era intenso en defensa. Buscó presionar bien arriba, cosa que Gimnasia de Mendoza trate de cometer errores no forzados, presionar bien alto. Se notó la posición de Vera que trataba de hacer la diagonal hacia adentro, pero se involucraba en problemas, ya que siempre se topaba con la muralla defensa mendocina, alternaba buenas con no tan buenas. Fue muy flojo lo de Mauro Pittón, que se cansó de fallar pases insólitos a dos centímetros de sus compañeros. En los primeros minutos se vio que Unión era paciente, no se volvía loco, trataba de monopolizar la tenencia de la pelota hasta localizar los espacios que podía llegar a dejar el lobo mendocino. Sin embargo, Unión comenzó a cometer faltas en la mitad de la cancha, y lentamente Gimnasia empezó a acumular mucha gente en el área de Thiago Cardozo.
En varias ocasiones, el Lobo lo complicó con centros. La primera vez que sucedió fue a través de la pelota parada. Si bien es cierto que tenía la hegemonía en el juego el elenco de la Avenida López y Planes, la táctica de Darío Alaniz, primero era cortar y recuperar rápido de mitad de cancha hacia adelante, buscar continuamente la espalda de Vera, y segundo era lastimar en el juego áereo, donde Unión tiene falencias para defender las pelotas detenidas en contra, algo que, desde que el Kily es el DT nunca pudo encontrarle la vuelta.
Durante los primeros 20 minutos, el partido se jugaba como quería Gimnasia, y no como pretendía que sea Unión. Había muchas faltas y le anulaba cada opción de pase a Unión, que intentaba ser vertical, pero siempre el pase era interceptado. Con mucha presión alta, y con bastante gente en la salida, el elenco visitante lo emparejó. Unión exageraba en la tenencia del balón, la movía de izquierda a derecha tratando de localizar los espacios, siempre sin éxito. En el transcurso de toda esa primera etapa, a Unión le faltó más velocidad, le faltó dinámica. Siempre apareció el mismo problema. Falló pases fáciles. La única vía de ataque fue por derecha, pero claro, le faltó claridad en los metros finales. En un partido donde no pasaba nada, el Mensana le dio un baldazo de agua fría a los 1500 hinchas de Unión que se hicieron presentes un miércoles por la noche en Junín. De un pelotazo largo, la línea de cinco quedó descompensada. Pardo, de un pésimo partido, no alcanzó a cerrar, y Silba quedó mano a mano con Cardozo y la picó por encima del travesaño

Unión sintió el impacto. Abusaba del pelotazo largo, porque no se le caía una idea en ataque. Todas las segundas jugadas eran para que Balboa aguante de espaldas al arco de los centrales de Gimnasia para que descargue y lleguen los volantes a pisar el área. Sin embargo, en un momento donde reaccionaba más de lo temperamental que desde lo futbolístico, Unión llegó al empate. El centro desde la izquierda de Luna Diale, el cabezazo de Bruno Pittón bien direccionado al palo izquierdo para decretas tablas.
Hay un alto grado de exclusividad en la estrategia de ataque de Unión por el flanco derecho. Aunque puede ser efectiva y crear chances, su constante repetición la hace previsible para los rivales, como se vio en el último partido contra Gimnasia de Mendoza, que logró neutralizar ese sector del juego de manera eficaz. Además, la falta de variantes en el ataque, sobre todo la ausencia de movimientos por el flanco izquierdo y la carencia de juego interior, agravan la situación. Si Unión quiere ser un equipo competitivo, necesita desarrollar un plan alternativo para adaptarse cuando sus tácticas habituales no funcionen. La capacidad de atacar desde distintos frentes y con diferentes combinaciones es clave para desestabilizar las defensas rivales y crear oportunidades de gol.
Unión estaba defendiendo mal y en línea con la línea de 5. En cada pelotazo quedaba mal parado. Había un hueco muy importante a espaldas del único goleador que tuvo el partido en Victoria frente a Tigre. El Tate presionaba al Lobo mendocino en su área y dominaba el esférico buscando atacar por ambas bandas. Mientras tanto, Gimnasia aguantaba y buscaba salir de contragolpe. Iba culminando la primera etapa y se notaba lo acelerado que estaba Unión cada vez que atacaba. Pensaba más en el tercer gol que en el 2-1. Es cierto que se adelantó, que se envalentonó con el empate, pero equivocó las formas. Se quedó sin ideas en el último tercio del campo ofensivo. Le simplificó el trabajo a la visita, que viajó a Junín con la mayoría de suplentes, ya que priorizó el partido con Mitre de este fin de semana. El Tate careció de desequilibrio. Hay veces que el desequilibrio llega por un corte de gambeta, un pase con ventaja al espacio, pero nada de eso sucedió
Segundo tiempo
El cambio de Enzo Roldán por Mauro Pittón fue la movida que ordenó Kily González para intentar tener más control en el mediocampo, ya que el menor de los Pittón tuvo un partido para el olvido. Es de destacar la entrega y sacrificio en cada encuentro, pero falló reiteradamente en pases a uno o dos metros de sus compañeros. La sorpresa llegó en el segundo tiempo con Gimnasia de Mendoza, que sin titubear tomó el control del juego, adelantando sus líneas y desafiando a un Unión que seguía cometiendo errores con el balón.
Como sucedió durante gran parte del primer tiempo, Unión se adelantó pero no atacó. Generalmente las personas se la suelen agarrar con los centrodelanteros, pero los volantes son los encargados de generar juego en Unión. «Rocky» peleó mucho con los defensores rivales, en algunas ocasiones ganó de arriba, pero le terminó faltando peso dentro del área para intentar definir. Siempre lo buscaron de espaldas al arco y con centros demasiados pasados.
El elenco de Alaniz era vertical, atacando las espaldas de Corvalán. Sabía que no tenía nada que perder. Pero Unión, por primera vez en lo que iba del complemento pudo encontrar mal parado al conjunto mendocino. Una corrida de Gamba por la banda derecha, el control de Balboa que no pudo controlar y la pelota que se le fue afuera. Una aproximación muy clara. El reloj corría y a Unión le seguía faltando claridad en los metros finales. La defensa se sacaba la pelota de encima. Había una enorme falta de construcción colectiva por parte del conjunto del Kily González. Era todo muy forzado lo de Unión. Porque Gimnasia de Mendoza le llegó a manejar la pelota. Para las aspiraciones de Unión, era impensado que un equipo de la B le juegue de igual a igual a este Unión que hasta hace dos semanas tenia la chance de clasificar entre los mejores cuatro.

Era exasperante ver como Unión se pasaba la pelota entre los centrales porque los demás jugadores no se estaban moviendo lo suficiente para desmarcarse. Gimnasia de Mendoza estaba anulando el juego de Unión, haciendo que para que edifique jugadas, sea una quimera. El Kily González se dio cuenta de que para ganar este partido tenía que arriesgar, por eso decidió pasar a jugar con un 4-3-3 con Vera, Paz, Corvalán y Pittón; Roldán, Mosqueira y Luna Diale; Gamba, Balboa y Orsini, con el objetivo de adquirir mayor dinámica, amplitud y desequilibrio por los costados. Pero a Unión le faltaba sostén en el mediocampo. Se replegó y permitió que este equipo modesto de la Primera Nacional tenga la pelota y el protagonismo. Era una movida arriesgada, pero el Kily estaba apostando fuerte por la victoria. Quería sacarse de encima esta tarea dentro de los 90′. Con mayor ímpetu que buen fútbol, Unión lo llegó a arremeter. Lo más claro de Unión en todo el segundo tiempo fue un centro de Vera y el cabezazo de Luna Diale que besó el palo derecho del arquero visitante. El desarrollo del partido se veía interrumpido frecuentemente debido a las continuas faltas cometidas por ambos equipos, así como por las imprecisiones en el juego por parte de los jugadores.
Unión no pudo nunca aprovechar su cuarto de hora final, y el que si lo hizo fue Gimnasia. Porque la situación más clara de todo el segundo tiempo la tuvo el Lobo: 1) Un gran disparo de Ciccolini desde larga distancia que en dos tiempos controló Thiago Cardozo. 2) Una pérdida de Vera en ataque y una contra que condujo Silba quien cedió para Nahuel Barboza y el remate del volante ofensivo de frente al arco se fue al lado del caño derecho del arco rojiblanco. 3) La tercera fue la vencida. Llegó la justicia en el marcador, cuando desde el costado derecho Ciccolini metió un centro que cruzó el área, Vera se durmió y el que apareció por el segundo palo fue Nazareno Solís quien de frente al arco solo tuvo que empujar el balón para el 2-1. De esta manera, llega una vez mas la participación de Unión en esta Copa Argentina que cada vez se le hace cuesta arriba. Todos son responsables por subestimar este torneo. Lo de hoy, fue pésimo por donde se lo mire.
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