Hablar de Lionel Andrés Messi Cucittini es hablar de récords: «Nunca le di bola a los récords. Si bien está buenísimo tener récords y seguir logrando cosas, no estaría en un Mundial solo por decir ‘estuve en seis mundiales'», dijo Messi hace una semana. Pero hay que admitirlo: si Leo no va tras los récords, los récords van tras él. El mundo gira en torno suyo mientras él se concentra en no parar a pensar demasiado. En esta Copa América, Lionel Messi tiene la chance de hacer historia tanto personal como colectivamente. Ante Canadá, se convirtió en el jugador con más partidos en este torneo, que ya tiene 108 años. Con ese partido, alcanzó su aparición número 35, superando al arquero chileno Sergio Livingstone, quien tenía el récord con 34 desde 1953.
Para el rosarino, aunque es un honor seguir haciendo historia, su foco está en el equipo. Se preparó especialmente para este torneo, jugando sus últimos partidos con el Inter de Miami y cuidándose de lesiones, algo que lo afectó a principios de 2024. Sabe que ya no tiene el físico de cuando debutó en la Copa América en Venezuela a los 20 años. Necesita administrar sus esfuerzos, sobre todo considerando el clima caliente y húmedo que se espera. Messi está listo para jugar todos los minutos necesarios. Su espíritu competitivo sigue intacto. Quiere más. Aspira al bicampeonato en lo que será su última Copa, también la despedida de Ángel Di María. Sabe que será un torneo especial y todos querrán vencer al campeón. «Cuando empieza un campeonato, sea Mundial, Copa América o lo que sea, Argentina es candidata junto a Brasil, y más en esta Copa América. Pero hoy las selecciones sudamericanas son muy duras», comentó. Siente el cariño de los hinchas. Ve paralelismos entre Qatar 2022 y la Copa América 2024. La gente se lo muestra en cada paso, y ese cariño que fue clave en Doha se repite ahora en Atlanta. Es un anticipo de lo que verá en cada sede donde juegue la Selección. Todos quieren verlo campeón nuevamente. Los argentinos, por supuesto, pero también los seguidores de otros países que serán rivales de la Scaloneta. Y Messi persigue ese sueño, con su fórmula secreta…

La estadística dirá que Argentina ganó 2 a 0 con goles de Julián Álvarez y Lautaro Martínez, pero el partido que brindó una vez más el 10 es para ponerlo en un cuadrito. Claro que en el primer tiempo no tuvo tanta presencia en los metros finales, pero jugó para el equipo. En estos últimos tiempos nos estamos acostumbrando a ver una versión de Leo más asistidor que goleador, pero participó en todos los avances del equipo. Le metió un buen pase profundo a Di María que no pudo definir con comodidad. Descendió hasta la mitad de la cancha para lateralizar el juego y encontrar el pase final. Cada vez que recibió la pelota fueron cambios de frente para acuña que no resolvió bien abierto por izquierda.
El segundo tiempo fue para ponerlo en un cuadrito. Desde el inicio, fue clave en el ataque argentino, mostrando su visión y precisión con un pase filtrado brillante entre los defensores para habilitar a Mac Allister. Además, estuvo a punto de convertir un penal que milagrosamente no se cobró a su favor, y asistió perfectamente a Álvarez para abrir el marcador con una definición impecable. Pocos minutos después, se encontró mano a mano en la puerta del área, pero lamentablemente no logró acomodarse para definir con precisión. A lo largo del juego, se movió con inteligencia por el sector izquierdo del campo, buscando ser determinante en los metros finales.
Pero eso no fue todo. «Dibu» Martínez lo habilitó de manera excepcional, permitiéndole enfrentar al arquero en un mano a mano con Derek Cornelius. A pesar de su excelente definición, el portero rival frustró su intento tapando el remate. En el rebote, Messi intentó una gambeta audaz que finalmente dio en un defensor, demostrando su perseverancia en cada acción. La oportunidad más clara llegó con una corrida fenomenal que lo dejó frente al arquero para marcar el segundo gol. Intentó una vaselina exquisita, pero la pelota rozó el palo derecho, manteniendo a todos con el corazón en la boca. Por todo esto y más, Lionel Andrés Messi (8) fue la gran figura del encuentro. Un recordatorio de su genialidad y capacidad para marcar la diferencia en cualquier momento. Es el mejor del mundo y es argentino. La rutina de lo extraordinario.
A lo largo de la historia de la Selección, siempre hubo polémicas con los 9. Uno de los últimos casos fue la de Hernán Crespo y Batistuta, donde, según Marcelo Bielsa no podían jugar los dos juntos. Ni siquiera los probó en un amistoso. La polémica se volvió a instalar 22 años con Julián Álvarez y Lautaro. Lo que hace que el técnico se incline por uno o por el otro es que le dan beneficios diferentes desde lo táctico. Entonces, cuando elige a uno de los dos 9, también lo hace dependiendo del rival. Por ejemplo, si Scaloni cree que necesita un 9 de características de área, de centrodelantero clásico, que se sienta cómodo en el roce con los marcadores centrales rivales, que vaya bien de arriba, que sepa aguantar la pelota y que sea un faro, elige a Lautaro Martínez. Por el contrario, si Scaloni cree que necesita un 9 que corra todas las pelotas, que presione como lo hace el Araña y que, además, salga del área para asociarse con los volantes que llegan o con los delanteros por afuera, ahí es que se inclina por Julián Álvarez (8). Eso sí, en el primer tiempo lo sufrió. Fue el primer defensor, pero nunca fue abastecido, y eso que Argentina tiene un buen pie de mitad de cancha hacia adelante. Le faltó eficacia. Los pocos manos a mano que ha tenido fueron forzados, como cuando se le enganchó la pelota y había eludido al arquero. Trazó la diagonal, pero la pelota le quedó atrás. En el segundo tiempo, aprovechó la única que tuvo.

En el podio hay que meterlo a Cuti Romero (7). Estuvo impasable en el mano a mano cuando Canadá buscó abrir la cancha por el costado izquierdo, pero siempre fue desactivado. Argentina entendió que no tenía que quedar en inferioridad numérica. Tocó muchas pelotas en el primer tiempo con Lisandro Martínez, Larin no llegó a definir porque cerró junto a Dibu. En el rebote, los canadienses no supieron resolver. Hubo una jugada promediando en el segundo tiempo que salió como una especie de volante central a recuperar una pelota, ganó, trabó y recuperó la posición. Un mariscal.
El primer tiempo revivió los fantasmas ante Arabia
Del otro lado estaba Canadá, considerada la Generación Dorada del fútbol canadiense. La clasificación para un Mundial después de 36 años respaldaba ese reconocimiento. Canadá se presentó como un equipo serio y dispuesto a hacer ruido en Qatar 2022, tras su olvidable participación en México 86, donde perdió los tres partidos de la fase de grupos sin marcar ningún gol. Sin embargo, la experiencia en Qatar fue decepcionante: no sumaron puntos, aunque lograron anotar.
La desilusión causó una crisis que llevó al despido del inglés John Herdman como entrenador. Tras un breve período interino de Mauro Biello, y con la Copa América a la vuelta de la esquina, apareció el nuevo timonel: el estadounidense Jesse Marsch, quien había sucedido a Marcelo Bielsa en el Leeds a principios de 2022 y había evitado el descenso del equipo. Sin perder tiempo, Marsch, la contratación más destacada en la historia del fútbol canadiense, preparó su equipo para dos desafíos de alto nivel: los amistosos contra Países Bajos y Francia. En el primero, disputado en Rotterdam, el equipo mostró un rendimiento decreciente y fue contundentemente derrotado por los neerlandeses con un resultado final de 0-4. En el segundo partido, en Burdeos, mostraron una actuación más sólida y, aunque tuvieron sus dificultades frente al subcampeón mundial, estuvieron a la altura y el encuentro terminó en un empate sin goles.
Marsch planteó un esquema 4-4-2 bien definido. Armó un plan claro para amargarle el debut a la Scaloneta. Es un experto en fútbol norteamericano, ya que como jugador ganó múltiples títulos en la MLS (tres Copas MLS y cuatro US Open en 14 temporadas) y luego comenzó su carrera como entrenador siendo asistente en la Selección de Estados Unidos, que fue una sorpresa en el Mundial de Sudáfrica 2010. En ese torneo, ganaron su grupo junto a Inglaterra, Eslovenia y Argelia, y llegaron a octavos de final, donde fueron eliminados por Ghana en tiempo suplementario. «Jugar con valentía» fue el mensaje que transmitió a un equipo que combina experiencia y juventud, algo que este graduado de la Universidad de Princeton destacó como primera medida. «Una tendencia de los técnicos de selecciones es intentar meter demasiada información en los cortos tiempos que tenemos con los jugadores. A veces eso puede causar más perjuicio que beneficio», explicó.
¿Qué tuvo Canadá, que ocupa el puesto 49 en el ranking FIFA, para complicar a Argentina? En los últimos amistosos, claramente enfocados en el debut contra la Albiceleste, frente a Países Bajos (perdieron 0-4 con todos los goles en el segundo tiempo; Países Bajos es 7mo en el ranking) y contra Francia (empataron 0-0; Francia es 2do), mostraron una defensa compacta, intensa, organizada y rápida en las transiciones para buscar el contragolpe. Por la banda izquierda destaca su estrella, Alphonso Davies del Bayern Munich, un jugador potente que suele dejar espacios al ir constantemente al ataque. Tácticamente fue muy bueno lo de Canadá en esos primeros cuarenta y cinco minutos. Mantuvo una línea compacta y bien organizada para neutralizar las amenazas de ataque Argentina, que suele ser muy peligrosos. Marcó a los jugadores claves como Ángel Di María (4) que jugó su último primer partido con la Selección Argentina. Tuvo altibajos. Fue el que más peligro generó con sus corridas por la derecha, sin embargo, no estuvo preciso en la definición. Creó la chance más clara del primer tiempo tras una carrera de 70 metros con el control del campo. No logró ajustarse y el arquero canadiense le cerró el ángulo y le tapó un mano a mano crucial. No se limitó a un solo lado, también se movió hacia la izquierda. En el segundo tiempo, estuvo impreciso para romper líneas. Pareció quedarse pensando en esa oportunidad que falló en el mano a mano.
Canadá se animó a jugar de igual a igual, de área a área, sin replegarse ni presionar. Dejó que Argentina tuviera la pelota, especialmente cuando Cuti Romero trasladaba sin ninguna presión durante la primera mitad. El bloque de Canadá se ubicaba alto en el medio campo, alternando horizontalmente cuando Argentina tenía el balón, especialmente entre sus zagueros centrales. En este primer tiempo, una de las particularidades fue la frecuente alternancia horizontal del juego, de izquierda a derecha, siendo el sector donde Canadá buscó con mayor insistencia, aunque sin lograr profundizar demasiado. Según lo visto en los amistosos previos, Canadá es un equipo que se arriesga a construir desde el fondo, pero cuando la presión de Argentina fue efectiva, exhibió menos fluidez.
También tuvo momentos de aceleración que le faltaron en la primera mitad, intentando romper líneas y buscar el 2-1, tanto por la espalda de Acuña, quien tenía que relevar Martínez, como por el costado izquierdo, donde Davies representó un verdadero dolor de cabeza para Molina. Defendió con una línea alta para achicar el espacio donde Argentina podía moverse, manteniendo la defensa cerca de la mitad de la cancha, buscando presionar a los jugadores argentinos y forzar errores en la salida desde atrás, capitalizando esas pérdidas para lanzar contraataques rápidos desde posiciones avanzadas. Además, al estar tan adelantados, intentó reducir el tiempo y el espacio para que los argentinos pudieran pensar y ejecutar sus jugadas cómodamente, obligándolos a jugar más rápido y tomar decisiones bajo presión. En los primeros quince minutos del partido, Messi y Di María se buscaron constantemente en la cancha. Estuvieron en sintonía, tratando de crear desequilibrio. Su entendimiento mutuo y la manera en que se encontraban entre líneas representaron una amenaza constante para Canadá, que tuvo que estar muy atenta para contener sus movimientos y evitar que pudieran generar jugadas peligrosas.
Durante el partido, Messi se vio obligado a bajar hasta la mitad de la cancha para distribuir el juego lateralmente. Esta situación ocurrió cuando Argentina enfrentaba dificultades para avanzar hacia el área rival. El 10 tomó la responsabilidad de recibir el balón más atrás y buscar opciones para abrir el juego por los costados, intentando encontrar espacios para penetrar la defensa rival desde diferentes ángulos. Su capacidad para desplazarse por el campo y dictar el ritmo del juego fue crucial en esos momentos, demostrando su versatilidad y liderazgo dentro del equipo. Por otra parte, Di María mostró una notable atención durante todo el partido, especialmente para hacer movimientos al espacio libre. Constantemente buscaba desmarcarse detrás de la defensa rival, aprovechando espacios y anticipando oportunidades para recibir pases peligrosos.
Argentina jugó mucho con la pelota, usando pases precisos para encontrar espacios y avanzar hacia el mediocampo rival. Mosró tranquilidad al administrar el balón, moviéndola con cuidado para esperar el momento. Le permitió controlar y decidir cuando atacar, construyendo desde atrás con seguridad y esperar la ocasión ideal. La presión ejercida era tan intensa que obligaba a Canadá a jugar rápidamente tocando de primera. En cada sector del terreno de juego, los argentinos cerraban espacios y presionaban sin tregua, forzando a los canadienses a tomar decisiones instantáneas para evitar perder la posesión. No obstante, en el afán de buscar el primer gol que le de la tranquilidad necesaria, Argentina tomó algunas malas equivocaciones en los metros finales.
La nación de los parques naturales aprovechó las transiciones rápidas y utilizó la velocidad en las bandas con los extremos. Ahí es donde lo de Nahuel Molina (4) fue muy deficitario su labor como marcador de punta. No se proyectó en ataque, no lo acompañó a Di María en algunos desbordes por derecha en el primer tiempo. Tuvo muchas falencias en las marcas. Controló varias veces mal la pelota y encima no terminó ninguna jugada para el 9, que fue Julián Álvarez y en el complemento Lautaro Martínez. Hasta los 30 minutos de la primera etapa, Alfonso Davies no había tenido participación por su sector, pero cuando se volcó hacia sus espaldas, le trajo algún que otro dolor de cabeza. El lateral volvió a ganar por su sector. Mandó un centro al área chica y Larin no llegó a definir porque cerraron Romero y Dibu Martínez. En el rebote, los canadienses no supieron resolver. Ya en el segundo tiempo, Argentina tuvo muchos errores en salida, que coincidió con el mejor momento de Canadá, donde adelantó sus líneas, más por errores no forzados que mérito de la selección que conduce Lionel Scaloni. Regaló un tiro de esquina. Con la línea de 5 se acomodó y no sufrió más.
El primer tiempo del encuentro fue comparado con el partido contra Arabia, caracterizándose por un enfoque en ataques profundos contra una defensa canadiense bien organizada en línea de cuatro. Aunque Argentina tuvo la posesión, no logró dominar completamente el juego. La mayoría de las veces, la pelota circuló entre los centrales. Argentina evitó quedar en desventaja numérica y trabajó mucho con Lisandro Martínez (6) en la primera mitad, cerrando espacios y evitando que Larin concretara. El ex Defensa y Justicia le ganó su duelo a Otamendi y recibió instrucciones del DT para ser la salida principal con pases filtrados, buscando romper las líneas defensivas de Canadá. Aunque esto ocurrió pocas veces en la primera mitad, cuando lo hizo, fue efectivo, especialmente con jugadas tácticas para desconcertar a los delanteros canadienses. Sin embargo, el arquero anticipó una de esas jugadas claves. En el segundo tiempo, una infracción de Martínez sobre un rival provocó un momento de tensión, con la intervención del VAR para revisar un posible penal a favor de Canadá, decisión que finalmente no se convalidó.
Hasta que a los 40′ Emiliano Martínez (7) demostró una vez más por qué es un arquero que gana partidos. Hasta los 44 minutos del primer tiempo, había sido un espectador de lujo; no había tenido que salir a cortar un centro ni realizar una atajada fenomenal. Sin embargo, cuando llegó el momento crucial, marcó un punto de inflexión que permitió a la Selección irse al descanso con un respiro. Fue en una jugada precisa, un centro de Larin al área que encontró la cabeza de Eustáquio. Parecía destinado a la red, pero Martínez reaccionó con reflejos felinos y sacó la pelota de manera espectacular. Esa intervención no solo evitó el gol en contra, sino que también revitalizó el ánimo del equipo argentino. Desde su llegada a la Selección, exhibió una consistencia notable. No se trata solo de detener tiros a gol, sino de hacerlo en los momentos cruciales, cuando el partido pende de un hilo. Su capacidad para mantener la calma y responder con excelencia bajo presión es lo que lo distingue como uno de los mejores en su posición. Muy buena precisión en algunos saques largos.
Muy flojo el partido de Marcos Acuña (4). Se adelantó unos 20 metros en el terreno de juego. Se movió y se liberó muy bien una y otra vez, pero falló en la definición en todas ellas. Quedó claro que no basta con correr; lo que realmente te destaca es resolver adecuadamente esas oportunidades que te ganás al desmarcarte. No realizó ningún centro en 45 minutos. Todos sus pases fueron hacia atrás (entendiendo la necesidad de reiniciar el juego, pero si sorprendía, tenía que seguir adelante, no retroceder hacia la defensa. Hoy su tarea era clara: ampliar el campo y cerrar espacios. Si no puedes avanzar, centra. No cumplió con esta función. En la mitad de la cancha, es donde Argentina le faltó fluidez, inteligencia para romper el cerrojo defensivo.

Rodrigo De Paul (6) fue el pulpo que se despliega por todos lados. Aunque algunos lo critiquen por veces excederse en la lucha psicológica para desconcertar al rival, es una pieza clave para esta selección. Cubrió todos los rincones con su juego versátil y comprometido. Desde el inicio, estuvo en todas las zonas del campo. No se quedó quieto ni un segundo. Metió un centro preciso para Mac Allster, cuyo cabezazo fue atajado brillantemente por el arquero rival. Además de su aporte ofensivo, también fue fundamental en defensa. Realizó dos bloqueos clave que evitaron situaciones de gol peligrosas para el equipo canadiense. Siempre estuvo cerca de Paredes para cerrar espacios y proteger a Di María. Lo que distingue al ex Racing no es solo su habilidad técnica, sino su inteligencia táctica y su entrega en cada pelota. Es un jugador que nunca da un balón por perdido y siempre busca la mejor opción para su equipo.
Sin hacer un partido de otro planeta, Leandro Paredes (6) fue otro de los motores inteligentes en el mediocampo. Descendió a recibir la pelota con los centrales argentinos, mientras ellos se abrían. Aprovechó los espacios dejados atrás por la defensa canadiense en línea y buscó penetrar con numerosos pases al espacio entre los defensores. Su inteligencia táctica fue evidente durante todo el partido, anticipándose constantemente a las jugadas y posicionándose estratégicamente entre Cuti Romero y Lisandro Martínez para dirigir los avances del equipo. Además de su labor creativa, también se destacó en las tareas defensivas, contribuyendo con recuperaciones importantes. Por izquierda, Alexis Mac Allister (6,5) comenzó discreto pero creció notablemente. Lionel Scaloni admitió en la conferencia de prensa que al principio se sintió incómodo, posicionándose demasiado alto y con dificultades para impactar positivamente en el juego. Sin embargo, una vez que se soltó, su influencia fue crucial. Participó decisivamente en la jugada del primer gol al anticiparse con precisión para asistir a Julián Álvarez con la puntera del pie. Aunque no logró conectar con fuerza un centro perfecto de De Paul de cabeza, mostró buen criterio en sus pases y una dinámica brillante cada vez que tuvo la oportunidad de intervenir.»
El capitán que responde en los momentos difíciles
Antes de que empezara la película, hubo una señal clara. Messi salió al campo con una sonrisa enorme. Estaba feliz, sin la presión de antes. Se reía e incluso saludó a los hinchas que lo miraban desde detrás del acrílico en el túnel de salida. Pero en el entretiempo, su expresión cambió. Estaba serio y tuvo algunas palabras para sus compañeros. Messi, competitivo hasta la médula, no estaba conforme con lo que había vivido en ese primer tiempo, lleno de apuros y desconexión. Como capitán, era él quien tenía que motivar al equipo. Apenas 3 minutos después, Messi vio algo que solo él percibía. Llevó la pelota con delicadeza hasta el área chica. Allí apareció Mac Allister, otra vez sorpresivamente, superó a Bombito y, antes de caer derribado y dolorido por el arquero, tocó la pelota para Julián, que definió con el arco vacío. Fue el Julián inquieto y molesto que necesitaba eso, y casi duplica la ventaja con una media vuelta que Crépeau desvió al córner. Era la calma que Argentina necesitaba para liberarse de la incomodidad impuesta por Canadá.
El gol cambió el ánimo y la confianza. Di María volvió a parecerse al viejo Ángel y comenzó a complicar a Alphonso, primero con un amague y un remate alto, y luego con un pase a Messi, quien estuvo cercado cuando se preparaba para definir. Asustó a todos cuando recibió la asistencia menos esperada, un largo pase de Dibu con todo Canadá volcado al ataque. El envío fue perfecto para el capitán, que entró al área y remató de zurda; una vez más, Crépeau lo detuvo, pero dejó el rebote para Messi, quien engañó al arquero, lo dejó en el suelo y quiso picarla, pero Cornelius la sacó con la cabeza.
Los problemas de Argentina continuaron por los costados, especialmente con Acuña. El ingreso de Shaffelburg, ágil y peligroso por el sector que no pudo cubrir Buchanan, agravó la situación. Scaloni vio tormentas en el horizonte y reorganizó el equipo: Nicolás Otamendi (6) pasó a formar una línea de tres centrales, mientras Mac Allister reemplazó a Paredes, quien salió del campo. Tuvo dos cabezazos muy claros, una fue en offside y la otra, con un pase preciso de Messi como si fuese un guante, no se animó a darle de primera, impactó con el borde externo del pie, y la pelota se fue apenas afuera. Messi, ahora libre junto a Lautaro (que entró por un agotado Julián), tuvo otra oportunidad de velocidad, pero falló en la definición. Esta vez, su intento de picarla se fue desviado.
La cosa estaba confusa y nadie sabía qué iba a pasar hasta que Messi apareció de nuevo y fue clave. Ese pase que metió uno podría verlo mil veces y pensar que es fácil, pero solo un zurdo con una sensibilidad única lo puede hacer así. El capitán le dio la pelota a Lautaro Martínez (7) y 14 minutos después clavó el 2-0 gracias a un pase preciso del mejor de todos los tiempos, entre las piernas de los defensores rivales. Corrió todas, las peleó todas. Se lo vio con confianza, algo clave para un goleador. Montiel y Tagliafico tuvieron poco tiempo en cancha y casi no participaron. En el día de la bandera, Argentina dejó bien alto su nombre en el continente. Y pudo cortar una racha de tres debutantes sin victorias.

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