Desde el Gobernador de la Provincia, hasta el Intendente de la ciudad. Desde el Presidente de la Cámara de Diputados, hasta el titular del Concejo Municipal. Desde familiares cercanos a ellos, hasta los amigos de siempre. Los Campeones del Mundo de Santa Fe tuvieron un reconocimiento a la medida de lo que lograron en su vida deportiva. Y fue la Liga Santafesina, la entidad madre del deporte más popular en la capital provincial, la que se encargó de poner las cosas en su lugar. Desde este viernes 28 de abril, el predio ubicado en el norte de la ciudad se llama Nery Alberto Pumpido. Y las canchas principales llevan los nombres de Leopoldo Jacinto Luque y Pedro Pablo Pasculli.
Fue un acto emotivo. No faltaron risas, anécdotas, abrazos y lágrimas de emoción. Ese grupo de amigos denominado «los campeones del 86» también se hizo presente. Ruggeri, Burruchaga, Enrique, Garré, Tapia, Olarticoechea y Giusti no quisieron perderse un hecho que resulta trascendente para los santafesinos, pero también para esa generación que marcó toda una época en nuestro querido fútbol argentino. Y claro, también Conmebol dijo «acá estamos», porque Pumpido hoy es una referencia directa de ella.
Los hijos de Leopoldo Jacinto Luque subieron a recibir la distinción y no ocultaron esa sensación que invadió a todos los presentes. «El Pulpo o Leo, debió estar acá». El destino tenía preparado otros planes para él. Pero, también en ésto hubo coincidencia, desde algún lugar del cielo habrá esbozado una sonrisa.
Los familiares cercanos a Pedro Pasculli también estuvieron en el escenario. PPP envió su mensaje desde Lecce, su residencia desde hace años, con ese acento tano tan particular que se le adhirió hace tiempo.
Y llegó el momento de Nery. Se descubrió la gigantografía en la cual se lo ve con la Copa del Mundo en la mano y hubo tiempo para algunas palabras del arquero campeón del mundo. Agradeció por el momento vivido, por el acto realizado y por sentirse feliz. «Estoy en un momento de mi vida en el que me siento feliz y eso se lo debo al fútbol. Siempre se puede llegar bien arriba y eso es lo que trato de inculcarle a los más chicos», sostuvo. Y más adelante fue contundente: «Los homenajes se hace en vida, después no sirven».
Se emocionó hasta las lágrimas al momento de mencionar a los integrantes de su familia. Su esposa lo miraba con los ojos húmedos. Sus hijos y sus nietos estaban a metros de él, alentando. Arengando. Gritando y ovacionando a ese tipo que los miraba desde arriba del escenario y los nombraba con la voz entrecortada y con un nudo en la garganta. No hay registro comprobado, pero seguramente en ese momento el corazón de «los Pumpido», cambió los latidos por un galope fuerte. Así estaban los de abajo y así estaba él a pocos metros de distancia: Mostrando ese costado de esposo, padre y abuelo sensible, que muy pocos conocen y contrastan con la fuerte personalidad del arquero que ganó todo y el DT que festejó en grande. Ese lado B que, a veces, las personas escondemos y no sabemos por qué. Ayer Nery Alberto Pumpido, por un ratito, fue el pibe que jugaba a la pelota en Monje mientras su viejo repartía soda. El que trasladó los sueños a Santa Fe. El mismo que atajó en un torneo que se hizo en la vieja cancha de básquet de Unión allá por el 69, en esa jornada que dio origen a todo lo que vino después. Ese pibe que soñó en grande cuando se iba a dormir, ya lejos de sus padres. Nery fue en ese momento un tipo feliz. Y se sintió campeón del mundo… de la vida…
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