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SOY Deportes » Noticias Deportivas » Argentina es finalista de la Copa del Mundo: pobre del que quiera robarnos la ilusión

Argentina es finalista de la Copa del Mundo: pobre del que quiera robarnos la ilusión

13 diciembre, 2022
en Noticias Deportivas
Argentina es finalista de la Copa del Mundo: pobre del que quiera robarnos la ilusión
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Por Darío Gabriel Fiori

Martes 13. Qué fecha para que Argentina vuelva a jugar, después de ocho años, la final de la Copa del Mundo en suelo qatarí. El penúltimo paso para ir en busca de ese gran objetivo que se gestó allá por el 29 de noviembre de 2020 en medio del escándalo cuando se iba a jugar la final de la Copa Libertadores entre Boca y River.

Argentina es un equipo que juega con el alma. Hace latir el corazón. Deja todo por la camiseta. Tiene al Messi más maradoniano de todos en una versión casi perfecta, en modo México 86’. Es un equipo que defiende con la piel, que nos representa a todos los argentinos, que nunca defrauda. En un equipo hay un arquero ganador. Descomunal, que se convirtió en héroe. Hay un equipo. El nuestro. La selección nacional. El campeón de América, que está entre los dos mejores del mundo.

Si, una vez más, después de ocho años, esa camiseta celeste y blanca va en busca de otra final, va por el sueño de la tercera, va por el sueño de su 10, de su capitán, de su bandera, para reivindicar y devolverle la gloria al fútbol argentino. Pero también va por el sueño de todos, por el sueño de 45 millones de personas.

El Lusail, el estadio que espera la semifinal y la final (nada menos), el que nos sacudió en el debut ante Arabia, ahora nos hace disfrutar de una fiesta única. Estremece en una locura desbordante, en un grito que no cesa, que une a la gente con los jugadores, en esa química que también es contagiosa, y que le dio un plus a este equipo: en todos los partidos jugó como si estuviera jugando en Argentina.

El partido lo tiene al 10 como protagonista. De ser una cara decepcionante sentada en el banco en Alemania 2006 con apenas 19 años a jugar todos los minutos con 35 en Qatar 2022. De no poder marcar ningún gol en Sudáfrica 2010 a marcar cuatro en cinco partidos y haber convertido su décimo gol en Mundiales, igualando a un histórico de la selección argentina como Gabriel Omar Batistuta. Fue clave en la fase de grupos de Brasil 2014, aunque lamentablemente no pudo marcar en las eliminatorias, en la matamata. Leo es sinónimo de récord. Cuando creemos que ya no tiene nada que superar, hace lo imposible y lo logra.

El 10 de la Selección Argentina se divierte, se relaja, se suelta en los entrenamientos, se da el lujo de hablar con su íntimo amigo Sergio «Kun» Agüero en Twitch para más de 200 mil personas, y a la hora de la verdad, rompe con todo. Lo deja «chiquitita». Messi se permite vivirlo de una manera particular, sin volverse loco, con los pies en la tierra, sin hundirse en un lodazal emocional y futbolístico, incluso con ese primer paso fallido fuera de los planes que encendió las alarmas internas en la semana inicial, y que derivó en la bofetada (1-2) ante Arabia que sirvió para reaccionar justo a tiempo.

Retrocedamos en el tiempo. Hace doce años. Leo Messi celebraba su 23 cumpleaños en el Mundial de Sudáfrica 2010 en una habitación que compartió durante 40 días con Juan Sebastián Verón en Pretoria. La «Brujita» tenía tres Mundiales en su haber, su liderazgo era furibundo. También imponía miedo y respeto. Ese fue el personaje que eligió Maradona para acompañar a Leo en el Mundial en el que ya aterrizaba como jugador estrella de Argentina. ¿La misión? Proyectarlo como el caudillo de la selección.

Con la mente en blanco, Messi se entretuvo mirando los DVD que Javier Mascherano le entregaba como un contrabandista: vio la serie El Cartel de Los Sapos, sobre narcotraficantes colombianos. Pero su serenidad se esfumó cuando Diego se asomó al vestuario dos días antes del tercer partido de la fase de grupos, contra Grecia, y le dijo «vas a llevar el brazalete de capitán».

Esas 48 horas, contaba Verón, lo vieron más nervioso que nunca. El partido no tenía nada que ver… era más por lo que tenía que hacer antes: dar un discurso. Sacarse a cinco tipos de encima, pero antes de eso, decir 13 palabras seguidas le costó toda la vida. ¿Qué digo? » Decí lo que sentís y te va a salir solo», le contestó la Bruja.

Llegó el día, Maradona miró a Messi con la obsesión de verlo caudillo, de verse a sí mismo. Messi dijo algo, se trabó, no sabía cómo seguir. Dijo que estaba muy nervioso y todos salieron directamente al campo. Argentina ganó 2-0, sin embargo, el plantel entendió que Diego era Diego y Leo era Leo.

Un líder silencioso. No le gustaba ser el joven que más llamaba la atención, el que más gritaba, el que más escupía. Sólo hablaba en el terreno de juego. Más de 15 años en la cima y nunca lo «contó». Nunca cambió su forma de ser. Siempre mantuvo esa pureza.

“Nunca será como Maradona, ni, aunque gane cuatro Mundiales», decía Mario Alberto Kempes en julio del año pasado. El mismo que aplaudía y festejaba los goles de Lionel en este Mundial. El gol de Qatar fue el más maradoniano de todos. Sin forzar, lanzó arengas inolvidables, rebelde, contestatario, se enfrentó a los poderes fácticos.

Le hizo el topo Gigio a Van Gaal en relación a la mala relación que Juan Román Riquelme mantenía con el veterano de 71 años, se enfadó con Weghorst, y criticó la labor de Lahoz, el español que impartía justicia. El gran clic con la selección llegó en la Copa América 2019. O en realidad fue un quiebre en la visión general. Porque no hay que olvidar que Leo juega por él, por su país, pero también por su familia.

Su mamá Celia, su papá Jorge, su esposa Antonella y sobre todo sus tres hijos -Thiago, Mateo y Ciro-. Su madre confesó una vez que le vieron llorar más de una vez en Argentina, que sufrieron críticas cuando dijeron que no estaba arrepentido, que venía por obligación. Por eso, cada vez que sale al campo, lo primero que hace Messi es mirar a la tribuna para ver dónde está su círculo íntimo. Y cada vez que celebra un gol, se lo dedica con besos y puños en alto, mirando al cielo y recordando a su abuela, que le llevó al terreno de juego por primera vez cuando sólo tenía cuatro años.

Scaloni supo sacar lo mejor de Messi para que pudiera lucir al máximo el escudo de la AFA en el pecho. Lo rodeó de gente joven, con buenas piernas y jugadores dinámicos. Se siente querido, Lionel. Esas voces que lo lastimaban ya no se escuchan. En los momentos más difíciles, resonaban con fuerza. Desde hace un tiempo, se concentra en el aliento incondicional de la gente y hasta canta las canciones que lo tienen como protagonista.

A 11 días de Nochebuena, el camino que le queda por recorrer en Qatar determinará si el domingo 18 de diciembre pone la estrella en lo alto del árbol. Porque los días más felices siempre han sido Messistas.

Sinceramente, no creo que a los argentinos les interese mucho cómo creo que Argentina le ganó a Croacia en la semifinal del Mundial. Y realmente lo entiendo. Pero para cuando los fanáticos lean estas líneas, la efervescencia de la victoria habrá pasado y tal vez quieran saber si están de acuerdo o no con mi forma de ver el triunfo en Lusail.

Lionel Scaloni había mantenido hasta el final la duda entre Ángel Di María y Leandro Paredes, pero terminó decantándose por el volante para iniciar la semi ante Croacia. Así, aunque estaba llamado a ser titular, Fideo estará en el banco, aunque con muchas posibilidades de entrar en el segundo tiempo. Por eso, Leandro Paredes fue la opción que barajó el DT.

Con Lea, que empezó bien contra Holanda, montó un 4-4-2 más homogéneo, que tenía al ex jugador de Boca y a Enzo Fernández como una especie de doble cinco en la elaboración, por su calidad de pase (ya fuera a ras de suelo o en largo), la visión del juego. Además, reforzaba el centro del campo y neutralizaba el juego de Luka Modric. Sin embargo, le dio la oportunidad de liberar a Rodrigo De Paul y Alexis Mac Allister para enlazar con Messi.

¿Y Croacia? Ante Brasil jugó con un estilo rocoso, pero vertical a la hora de acelerar. Desgastó a sus rivales, con el rigor físico y la paciencia para hacer que los partidos dieran vueltas y vueltas, yendo de nuevo a la prórroga, como contra Japón -y como en Rusia-, y ganando en los penales.

Zlatko Dalic es flexible. Con un 4-3-3, con Pasalic y Perisic retrocediendo a las bandas para convertirse en dos extremos más, y un 4-1-4-1 con Kramaric como único centrodelantero. El objetivo era que tuviera capacidad para correr con la cabeza: siempre intentaba estar en el lugar adecuado en el momento oportuno, entendiendo lo que exige el juego.

A sus 37 años, es capaz de mantener el ritmo durante 120′ en dos llaves consecutivas sin perder la forma ni la concentración. Tiene el timing para anticiparse, pero al mismo tiempo una inteligencia superior para el pase agudo y casi siempre decisivo.

Cuando atacaba, solía mantener su línea de 4, más un volante en prevención (no pasaba al ataque). Solía organizar el ataque y finalizarlo con centros, o centros por el centro. Pero en la mayoría de los casos sin tantos jugadores en ataque.

Cuando presionaban, eran un equipo totalmente desequilibrado, porque les quedaba un espacio enorme entre la línea de medio campo y los defensas, una zona donde, tras atraerlos en corto, podían «pellizcar» y desde ahí iniciar un ataque directo.

Dinámica de lo impensado. Así quiero titular el primer tiempo que Argentina se fue al descanso ganando por dos goles de diferencia. ¿Había dos goles de diferencia? Para nada. Fue un inicio con mucha presión alta desde el arranque, lo que provocó que Argentina tenga que luchar de atrás y aumentar el ritmo. Hubo dos selecciones ajedrecistas en cancha. Ninguna de las dos selecciones había mostrado sus cartas en los primeros minutos.

Muy poco despliegue ofensivo del elenco argentino. Croacia se había adueñado de la posesión de la pelota, intentó organizar sus ataques, aunque no tuvo la profunidad necesaria para perforar la valla de Emiliano Martínez. Argentina ocupó bien los espacios con dos líneas de cuatro en un bloque medio, compacto.

Supo aprovechar la falta de contundencia croata. El que abrió la llave del gol fue Enzo Fernández. Porque antes de los 24’, Argentina no había tenido contacto con Mac Allister, ni Enzo Fernández. Croacia le preparó un partido muy difícil en mitad de la cancha y es efectivo para recuperar la pelota. Generalmente lo hizo en 10, 15 segundos, no mucho más.

Gran trabajo táctico de Cristian Romero y de Nicolás Otamendi para relevar en los momentos se proyectaban en ataque. Anticiparon, ganaron tanto de arriba como de abajo. En todo momento, dio la sensación de que Argentina estaba preparada para contraatacar con espacios, no obstante, consciente de los riesgos que iba a tomar jugando de esa forma.

En el primer tiempo, Argentina tuvo muchas dificultades en las transiciones de defensa-ataque para contener a Kovacic. Una vez que arrancó en velocidad era imparable. Enorme trabajo de Modric, a pesar de la faceta ofensiva que entrega en el Real Madrid, se arremangó, se metió en el barro y fue uno de los más generosos en defensa.

A veces, el resultado no se condice con el juego. Croacia fue ampliamente dominador, sin tener oportunidades chances de gol, pero la única vez que quedó desequilibrada la zaga central (Lovren-Gvardiol), se juntó la dupla riverplatense, Enzo y un pase fantástico que puso a correr a Julián Álvarez mano a mano con Livakovic, lo derribó, y Messi de zurda al ángulo superior izquierdo le daba la victoria parcial de instalarse en la final de la Copa del Mundo.

Fueron 15 minutos que sintió el impacto. No alcanzó a recuperar que seis minutos más tarde, de un tiro de esquina a favor de Croacia, centro de Modric, un rechazo de un hombre argentino y una carrera formidable de Julián Álvarez, recorriendo toda la cancha, aprovechando la falta de contundencia de los defensores balcánicos para definir ante la salida de Livakovic. Luego, una atajada providencial del héroe de los penales en la tanda ante Japón a la salida de un tiro de esquina izquierdo. Recibió el cabezazo sin preparación alguna, sin embargo, tuvo reflejos para destrabar el tercer gol de los argentinos.

Fue decepcionante la primera parte de los balcánicos. Con un plan de partido que se les quebrantó con los dos goles argentinos, se mostró sin fuerza de reacción. Al comienzo de los segundos cuarenta y cinco minutos, Dalic metió mano y lo metió a Vlasic y Orsic, Perisic ocupó el carril izquierdo. No es una posición que desconozca, pero lo alejaba del arco rival, donde es muy peligroso. Sacó un volante central y lo metió a Modric en la mitad de la cancha.

Quedó muy desguarnecido la mitad de la cancha croata en favor de ganar juego aéreo. Petkovic se colocó de punta. Ante los inminentes cambios ofensivos que planteó Croacia, Scaloni decidió armar una defensa de tres centrales, más los dos laterales ofensivos, soltando en ataque en transiciones a Molina y a Nicolás Tagliafico. Se encuentra más cómodo así con ventaja en el marcador, con los ingresos de Lisandro Martínez y Exequiel Palacios, reemplazando a Leandro Paredes.

Previo, Argentina creó la mejor jugada colectiva de todo el partido, tras robarle la pelota en las inmediaciones de la caja de castigo croata. Finalizó Messi sin tanto ángulo, que se topó ante Livakovic, pero la pared fue una delicia. Impresionante la solidaridad en defensa y el compromiso de Álvarez en recuperar la pelota cuando la pierde Argentina. Es un 5 jugando de 9 por momento.

Messi nos tiene tan acostumbrados a jugar a un nivel superlativo, que, en un partido con algunos problemas físicos, principalmente en el primero con el posterior izquierdo. Esta vez se tiró a la derecha. Lo que se inventó el rosarino no tiene explicación. El gol fue de Álvarez, pero el 80% fue de la estrella. Pase atrás y remate cruzado de Julián. 3-0 y el pase a la final estaba a un paso.

Argentina cambió su esquema en el centro del campo desde el 0-3 vs. Croacia de 2018. Y cuatro años después van a jugar una final del Mundial. Es un cambio cualitativo y el principal responsable es el entrenador. Uno de los ejemplos más claros fue la entrada de Paulo Dybala, un jugador reclamado porque aún no había jugado. Entró, recuperó dos balones, agarró la pelota y se la dejó a Mac Allister, pero su volea se marchó fuera, en el área y libre de marca. Si hubiera sido 0-0, el volante pampeano no habría pegado un ojo en toda la noche.

Argentina jugó un gran partido, sobre todo en la segunda parte, cuando lo tuvo controlado. Messi, que no estaba al 100%, volvió a ser decisivo. El fútbol no le dio revancha: se vengó del fútbol. Ahora tiene que ir a por lo que es suyo por derecho.

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Tags: Julián ÁlvarezLionel MessiLionel ScaloniNoticias DestacadasSelección Argentina

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