El frío de aquel 25 de junio de 1978 quedó inmortalizado como la imagen de Daniel Passarella levantando el trofeo. Los papelitos volando y cubriendo casi todas las tribunas cuando ingresó el equipo al campo de juego se recuerdan casi tanto como la figura de Mario Kempes levantando los brazos y festejando alguno de sus goles.
Después de muchos años en los cuales nos sentíamos «campeones morales», ese día pasamos a tener, por fin, el título de Campeones del Mundo del fútbol.
Atrás había quedado esa primera fase con los triunfos sobre Hungría (2-1) y Francia (2-1) y el traspié ante Italia (1-0). Esos marcadores obligaron a un cambio de planes y de subsede: El equipo debió trasladarse al Gigante de Arroyito para vencer a Polonia (2-1), empatar con Brasil (0-0) y golear a Perú (6-0).
Pero aquel 25 de junio de 1978 quedó marcado a fuego por un partido que tuvo de todo. El gol de Kempes para poner en ventaja al equipo de Menotti y el empate de Nanninga. El remate de Rensenbrink en el palo cuando faltaban apenas cinco minutos y el alargue. La guapeada del Matador para abrir el partido y el cierre de Bertoni para el desahogo de todo un país.
Ese título fue el primero a nivel mundial para nuestra selección y también quedó emparentado con un momento complicado del país. Dictadura, tortura y muerte, son palabras que, hasta en forma inconsciente, se asocian a ese festejo. Pero algo es real: aquellos jugadores que formaron parte de una Selección que jugaba a imagen y semejanza de su entrenador, se ganaron un lugar en nuestra historia y merecen el reconocimiento. Esos 22 nombres ordenados según el alfabeto (Norberto Alonso, Osvaldo Ardiles, Héctor Baley, Ricardo Bertoni, Ubaldo Fillol, Américo Gallego, Luis Galván, Rubén Galván, René Houseman (el Negro y el Loco murieron en marzo pasado), Mario Kempes, Daniel Killer, Omar Larrosa, Ricardo Lavolpe, Leopoldo Luque, Jorge Olguín, Oscar Ortiz, Miguel Oviedo, Rubén Pagnanini, Daniel Passarella,Alberto Tarantini, José Valencia y Ricardo Villa), se colgaron la medalla más preciada. Y alzaron la Copa que muy pocos puede tocar. Inolvidables. Históricos. Gloriosos. Hoy, a 40 años, más que nunca.
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